¿El ocaso de las
Reinas de Belleza?
Maldito canon. Maldito tú eres entre todas las mujeres (y
maldito el fruto de esa competencia feroz). ¿Qué otra cosa es un concurso de
belleza sino la expresión más brutal y primaria de la mujer-cosa? La hilera de
adolescentes desfilando, una detrás de otra, cada una con un número; envases en
una cinta de montaje que las lleva, como en una fábrica –todas igualitas,
muñecas hechas en serie- directo al mercado. Al “super” mercado de beldades.
90.60.90, el número de la Bestia.
Lo que sigue es la hipótesis de la decadencia. Algo debió
lograr el feminismo en más de un siglo de lucha por una mujer sujeto. Es
cierto, todavía hay muchos (casi un centenar a lo largo del país). Pero cada
vez están más cuestionados. Y no logran la repercusión de hace algunas décadas,
cuando la miss argentina llegaba a las tapas de revista y la ceremonia se
televisaba con expectativa de Martín Fierro. Hoy, toda esa ristra de fiestas
populares con una insólita variedad de elecciones de reinas de lo que se te
ocurra, están seriamente en la mira. Ya no sólo de agrupaciones feministas,
sino de organismos públicos e instituciones que empiezan a pensarlo como una
forma de violencia.
“La belleza no es
un hecho objetivable. Calificarla y organizar un escenario de competencia es
francamente pavoroso” dirá Perla Prigoshin, abogada, psicóloga social
especializada en género y titular de la Consavig, una comisión nacional que
depende del ministerio de justicia y fue creada en 2012 para coordinar acciones
contra la violencia de género. “Desde hace dos años mandamos cartas a los municipios, para la reina del
calamar, del tomate, del durazno… es de lo más exótico, cuanto bicho, abrojo,
planta o paisaje requiera ser promovido se arma una elección de miss algo. Es
un paradigma cultural” volverá a indignarse en un rato.
De Concursos y
otras Fealdades.
Llevaría demasiado espacio listar la cantidad de
certámenes, fiestitas regionales y/o competencias pueblerinas que terminan con
una adolescente coronada. Del Trigo, de la Cerveza, el Salame Quintero, la
Peña, el Dulce de Leche, la Bagna cauda. En cada rincón del país sobreviven
(triste hábito de federalismo). Con reglamentos que limitan la edad, la altura
y hasta el estado civil de las participantes. Muchas veces promovidos por los
mismos municipios y hasta con funcionarios públicos como parte del jurado.
En Bariloche, a las postulantes para Reina de la Nieve
les dan asesoramiento estético y la ganadora debe comprometerse a cuidar su
imagen. En Carlos Casares, provincia de Buenos Aires, a las chicas que se
anotan para la Fiesta del Girasol, les advierten que no mientan, que la ficha
de inscripción tiene carácter de declaración jurada y que antes de subir a la
pasarela habrá control de datos, incluidas las medidas físicas. Los
organizadores de la Fiesta de la Apicultura, en Entre Ríos juran que “se valora
a la mujer integralmente, no sólo por su aspecto exterior” y plantean el evento
como un “homenaje al género femenino”, pero una de las pasadas se hace en traje
de baño. ¿Desde cuándo la abeja reina es una minita en tanga?
Mendoza es un caso aparte. Su fiesta de la Vendimia es la
más tradicional de todas, con elección de Reina incluida obvio -¡se hace desde
1936!-. La edición 2014 volvió a ser noticia, pero por un escándalo. En
realidad dos, que dejaron en evidencia el lado más rancio de esta clase de eventos.
Primero, cuando las autoridades locales pretendieron destronar a la reina
distrital de Campo Los Andes, Yamila Escudero, por haber quedado embarazada
antes del final de su mandato –algo que el reglamento prohíbe expresamente-; y
luego por una absurda “polémica” desatada cuando se supo que la flamante
soberana de la Vendimia, Sofía Haudet, milita en una agrupación política.
Vamos por partes. El caso Yamila es el primero que llega
a la justicia. La adolescente, de 18 años, presentó una demanda por daños y
perjuicios e interpuso una medida cautelar que terminó con un fallo inédito en
Mendoza: el juez ordenó al intendente de Tunuyán que pida disculpas públicas
por el incidente. Carolina Jacky, abogada de Yamila nos dice que el reglamento
debe ser reformado cuanto antes: “cláusulas
como la que le aplicaron a Yamila son contrarias a la ley de violencia de género
y a los tratados internacionales. ¡Pero si hasta les hacen un Evatest a las
chicas para ver si es cierto que no están embarazadas!” confiesa con
vergüenza ajena.
Mini nota con la Reina Militante:
-Sofía, ¿cómo llegas a la militancia?
Siempre me interesó
lo social. Ya en la secundaria empecé a participar y estuve a cargo de
varios proyectos vinculados con la política. A mí no me convencía eso de
“militar”, pero el año pasado por
casualidad un chico me hizo conocer “La Güemes” y me deslumbró. La manera en la
que hacen las cosas es tan distinta y pasional que llegué para quedarme.
-Perdón pero, ¿una chica linda además piensa? ¿Y tiene
compromiso político!?
Por supuesto!
Gracias a dios estamos en una época donde los jóvenes buscan cambiar su realidad.
Algunas personas creen que haber militado me condiciona para ser reina; los
mendocinos somos muy conservadores, pero yo les digo que se queden tranquilos.
-¿Cómo ves la cultura de la imagen extendida a cada
ámbito social en que nos movemos?
Creo que nuestro
gran desafío como sociedad es dejar de idealizar la belleza. ¿En qué nos
basamos para saber o decir quién es más bello que quién? ¿Cuál es el concepto
de hermosura entonces? ¿Importa sólo lo exterior? Son preguntas que debemos
hacernos.
Para Perla Prigoshin, la funcionaria de Consavig, “lo que demuestra el
avance es que haya una reina que milite. No hay que detenerse en que la piba quiso
participar en ese concurso o que soñaba desde chiquita con la corona… Esta es
una lucha difícil, porque es contra un sistema cultural. Yo soy una feminista
comprometida y cuando engordo dos kilos me vuelvo loca; trabajo todos los días
para desarmar mis deslizamientos machistas. Todavía falta mucho, pero hemos
logrado cosas.
Es una nenaaaaa!
Cinco años tenía Carola Krizak cuando en setiembre
pasado, la coronaron Reina del Capullo,
en la Fiesta Nacional de la Flor. ¿Qué habrá sido de las otras quince nenas que
“perdieron” el certamen? Seguro sus familias les explicaron que en realidad lo
importante es lo de adentro.
Aunque con escasa prensa, y bastante menos tics y
maquillaje que la versión norteamericana, acá también tenemos nuestras pequeñas
´miss sunshine´ adornando eventos regionales. Con postulantitas que van de los 3 a los 8 años,
según el caso. Hay miss Espiguita (una versión aniñada de la Fiesta provincial
del Trigo, en Tres Arroyos); reina del Salmoncito en el municipio de Camarones,
Chubut; mini reina de la familia en Miramar; pequeña miss Azahar, en Bella Vista;
soberana pocket de la fiesta de artesanos de Trelew. Siempre así, en
diminutivo.
En San Luis, por ejemplo, armaron este año un concurso de
princesitas para celebrar el aniversario de la fundación de la ciudad de La
Punta. Hasta ahí más de lo mismo, pero lo insólito es que las nenas ¡debían
anotar sus medidas en el formulario de inscripción!
¿Qué medidas serán consideradas
más adecuadas? -se pregunta el comunicado que envío con carácter de urgente la
Consavig-, y sigue despiadado: “¿qué modelo de niña-mujer se está buscando y
promoviendo? ¿Por qué los
cuerpos de esas niñas y jóvenes deben ser expuestos y sometidos al escrutinio?
¿Por qué las chicas tienen que ser solteras? ¿Para quienes deben estar
disponibles?”
Hay que decir que la provincia de San Luis adhirió el año
pasado a la ley 26.485, que busca erradicar cualquier tipo de violencia. Pero
las autoridades puntanas no se dieron por aludidas. El evento se hizo de todos
modos, aunque sin elección ni jurado. Y todas se llevaron coronita.
¡A Despatriarcar!
En los últimos años, se multiplicaron las acciones contra
este tipo de competencias consideradas, cada vez más, una práctica
discriminatoria y sexista. Planteos judiciales que antes eran impensados,
movilizaciones de grupos feministas, organismos gubernamentales que salen a
concientizar y proyectos legislativos que buscan regular o hasta eliminar
cualquier clase de fiesta que tenga a la mujer como una mercancía exhibida en
el centro de la escena.
“Es necesario abordar la
contradicción que se genera en muchos municipios o gobiernos provinciales, que
en nombre de la tradición o la cultura popular sostienen y financian estas
fiestas donde cosifican a la mujer exponiendo a jóvenes y niñas a un esquema
simbólico denigrante y ficticio, mientras promueven políticas públicas en
defensa, o protección de los derechos de las mujeres” exhortó hace poco Susana Diéguez, legisladora del Fpv a sus colegas
cuando presentó en el recinto su proyecto para democratizar los concursos
–varios- que se hacen en la provincia de Rio Negro. Implacable.
Pero si algo faltaba para abonar nuestra
hipótesis de la decadencia de esta monarquía de banalidades es lo que pasó con
la ganadora del Cola Reef 2013, el más cínico de todos, que elige al mejor culo
del verano y nena, por favor date vuelta que no necesito verte la cara. Lis
Moreno abrazó su ramo de flores y les dijo al oído a los organizadores que
aceptaba encantada representar a la marca en toda Latinoamérica. Con la
condición de no volver a exhibir el traste.
Valeria Sampedro
Publicado en la revista Sophia (junio/14)