Ser periodista. Cronicar decenas de asesinatos a mujeres violentadas por
sus novios, maridos, ex parejas. Contar mil veces que había denuncias previas, restricciones
de acercamiento, botones antipánico. Hablar de fuego, puñaladas, tiros, bolsas
de basura. Repetir la estadística como un mantra, cada vez: Cada-treinta-horas-muere-en
–la-argentina-una-mujer-por-violencia-machista.

Mica, Ingrid,
Anita, Hinde, Flor, Marina, Sole, Mer y la tal Marcela son parte de este colectivo
desquiciado que creyó en la magia de borrar la grieta con sus cartelitos
violetas. Y me arrastró con ellas.
¿Quién hubiera
dicho que la virtualidad podía darnos una lección de educación cívica? Las 958
mil menciones con ese hashtag, en apenas
veinte días, se materializaron este miércoles frente al Congreso de la Nación,
en una concentración multitudinaria y formidablemente heterogénea.
Para crónicas del
día después, están los diarios. Esta vez yo fui parte, no cronista..
Valeria Sampedro.
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