Ahora que todos los caminos conducen al
Patrón del Mal, no puedo dejar de pensar al feminismo como un cartel, con
agentes infiltradas en las escuelas, en los teatros, bibliotecas, jugueterías y
redes sociales, inoculando su mensaje de igualdad desde el jardín de infantes.
Tarea difícil en un país donde hay más femicidios que feministas. Sin embargo
existe una corriente pedagógica que inició una cruzada antisexista. Un
“colectivo” cultural repleto de criaturitas empoderadas, con madres plomeras y
amos de casa, princesas que reniegan de la coronita y mujeres que no saben
coser ni bordar, y hasta se niegan a abrir la puerta, cualquier puerta.
Nada que ver con el intento timorato de
Disney de colar cada tanto una heroína con algo de carácter –Mérida la
protagonista de Valiente, por ejemplo, la más guarra de todas sus doncellas
sigue siendo divina aun despeinada, solo que monta a caballo, pone los pies
arriba de la mesa y se saca los mocos-. Mientras Rapunzel (uff…) es todavía la
niña mimada del imperio de don Walt, este movimiento avanza implacable. Y va
dejando un tendal de barbies decapitadas a su paso.
Un prototipo de la
pequeña feminista podría ser la nena de 7 años que es furor en Youtube. ¿No la
vieron? Se llama Miranda y es como Violencia Rivas en envase chico y
pre-ansiolítico. “Las princesas
son boludas. Dicen ¡rescátame! y en vez de intentar hacerlo ellas, esperan al
príncipe. Seguro viene un señor, le da la manito y la salva, pero que la pibita
haga su parte..!”. Para colmo se declara fan de Frida Kahlo.
Desde Cenicienta para acá, la literatura
infantil estuvo –y sigue estando- plagada de historias sexistas. Ahí donde
empieza a configurarse el ideario femenino, aparecen esas jovencitas
deslumbrantes por su hermosura, nunca por su inteligencia, que se instalan como
modelo para no desarmar. Cuánto le debemos a Charles Perrault por haber ¿perpetrado?
fábulas como La Bella Durmiente y Caperucita. O el propio Barbazul, un femicida
serial que atesora los cuerpos de sus ex esposas y conquista a su nueva mujer
por la vida de lujo que le ofrece. Vaya moraleja. Qué tal un poco de
revisionismo y ya que estamos un escrache al tal Perrault.
Mi mamá me ama, me mima… y es tachera. La Librería de Mujeres Editoras sacó una colección que se
enfrenta a tanto panfleto machista disfrazado de librito infantil. “Yo soy
igual” se compone de una serie de cuentos de mamás con oficios poco comunes, en
general asociados a los hombres: electricistas, cirujanas, taxistas, referís y
hasta albañilas (figura en el diccionario, ¡búsquenlo!).
“Preparar la mezcla, poner un ladrillo,
colocar una capa de hormigón, luego otro ladrillo y así sucesivamente. Susana
es toda una maestra en el arte de levantar paredes y en su barrio todos la
conocen…”. Fragmento de Mi mamá es Albañil (Diego
Peluffo)
María Victoria Pereyra Rozas es la
responsable del proyecto –y autora de uno de los cuentos-: “veíamos que todo lo
que había para chicos era igual y quisimos proponer una literatura diferente.
Si me preguntás, claro que es intencionada porque va directo a desarmar
determinadas estructuras que suelen inculcar los adultos. No es fácil lograr
que no se note tanto el discurso, porque además tiene que ser entretenido”.
-¿La igualdad de género es una batalla que debe librarse en el
jardín de infantes?
Yo creo que sí. No sé si planteado exactamente como una
lucha, pero sí desde la infancia tienen que romperse los estereotipos. Porque
es durante la niñez cuando se instalan esas ideas, a través de los libros, los
juguetes y las canciones. El chico que hoy lea un cuento donde hay dos papás ya
no va a extrañarse cuando vea una pareja homosexual con un hijo. Me parece que
hay que empezar por ahí, porque es el momento de mayor absorción.
-¿Y por qué siguen ganando las Barbies?
Definitivamente, contra las estructuras de mercado no es
fácil pelear. Las campañas son tan violentamente intensas, que no hay manera de
vivir sin saber que existen. No creo que sea ya por un tema de identificación
ni de deseo de parecerse a ellas, quiero seguir creyendo que la idea de
diversidad ya está instalada entre grandes y chicos desde hace algunos años.
-¿No corremos el riesgo de terminar en un matriarcado?
Qué perderíamos con probar... Jaja. Pero fuera de broma,
lo más importante es seguir nombrando las cosas que existen para que la
visibilización siga diversificando el mundo en que vivimos.
Gracias Vicky, muy rico todo. Y te vas, te
vas bajándole las pulsaciones al deseo irrefrenable de encabezar la primera rebelión
de los fratachos. ¡Y que la perdiz la cocine tu abuela! Ese sí que sería un
final feliz. ¿En qué estábamos? Ah, en la escena teatral del feminismo
hardcore. En Neuquén, la compañía Teatro de Tersites pone en escena “El mirlo
canta hasta quedar afónico” una sátira titiritesca sobre una princesa que
cuestiona todos los mandatos de sumisión y se carga al reino entero.
También en La Pampa encontramos un grupo (ANDAR)
que tiene como escenario las aulas, a partir de salita de 4. “Rosa y Celeste”
-de Edith Gazzaliga y Marcelo González- lleva 8 años recorriendo escuelas con
una puesta muy simple que en tres escenas viene a cambiarles a los más pequeñitos
modelos que muchas veces persisten aún dentro de sus propias casas. Lo más
trillado es, para ellos, revelador: el hombre que vuelve a casa del trabajo, se
desploma en el sillón para hacer zapping y exige la comida mientras le reprocha
a su mujer que no hace nada en todo el día… Pero ellos acaban de ver cómo esa
ama de casa corrió para llegar a tiempo con todo y se lo dicen a gritos. El
final feliz, aparece con el señor calzándose los guantes para lavar los platos.
¡Aplausos! Edith sonríe con una mueca, pero por las dudas aclara: “No creo que
sea una cruzada feminista, es simplemente hablar de igualdad de derechos y de
nuevas masculinidades”. Pablito (Escobar) clavó un clavito, qué clavito clavó
Pablito.
El brazo musical de este de este Cartel
contracultural y antimachista es Majo Turner, una sicaria del pentagrama. Majo
armó su repertorio en base a la idea de Vicky Pereyra Rozas –la de la colección
Yo soy Igual, indudable alma mater de este movimiento, la Patrona del Bien-. Su
cancionero incluye valsecito, rockanroll, murga y hasta una pista de karaoke
con parches y redoblantes para que los chicos inventen su propia marcha de
protesta. Apenas una discípula si pensamos que María Elena Walsh, hace medio
siglo componía Manuelita. ¿Acaso existe manifiesto más sagaz contra la
estupidez de las cirugías estéticas?
Valeria Sampedro.
nota publicada en la revista Sophia
(Abril / 2014)
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