Acordaron no seguir avanzando. Si daban un paso más podían
echarlo todo a perder. Iba a ser un lío y, además, ninguno de los dos estaba
dispuesto a romper nada, justo ahora que la vida iba a velocidad crucero.
Sabían que la felicidad es un rato y después volver a la rutina. Ni se
atrevieron a mencionar la secreta fantasía de mandar todo al carajo.
Foto: IG @raichijk_daniel |
Era un poco grotesco verlos allí sentados, uno frente al
otro, dos teóricos analizando una aventura que no debía pasar a mayores,
organizando la argumentación de por qué convenía poner allí mismo el punto
final. Todo tan estratégico y bienintencionado. Pero temblaban; era un ligero
temblor que emanaba ternura y no se quitaban la mirada de encima. Estaban
aterrados, ya arrepentidos antes de darse el abrazo final, que duró una
eternidad.
La señora observó toda la escena a una distancia algo
imprudente, tan acostumbrada a ser invisible para los demás. No había podido
evitar detenerse delante de ellos y quedárselos mirando, un poco incrédula ante
tanta estupidez. Qué ganas de decirles a esos dos que basta, que se quieran de
una vez. Que la vida en general no da tiempo para organizar todo tan
decorosamente. Pero mirá si le iban a hacer caso a esta vieja pordiosera.
Valeria Sampedro
#microhistoriasdeamor
Los años pueden regalarnos tres cosas: fracaso, cierta sabiduría o nada.
ResponderEliminarTres cosas que ya conocíamos de siempre.
Pordiosera y abortera como toda bruja
ResponderEliminar