domingo, 1 de noviembre de 2015

El clítoris de Ayelén Paleo

Hablemos del clítoris de Ayelén Paleo. Ojo, no tengo ningún pudor sobre el tema y milito porque cada mujer haga con su cuerpo lo que se le cante, aunque verlo tan en primer plano, que me asalte un clítoris a la vuelta de una página de revista, debo reconocer, me resultó chocante. ¿Qué necesidad de exhibir tan abiertamente esa lonja de carne íntima y por demás sensible?

Claro que la revista en cuestión es Playboy. Pero pensaba, ahora lo escribo, que justo antes de anunciar el fin de los desnudos esto debe ser una especie de catarsis cárnica o bacanal vaginal.

La cosa fue así. Mi marido llega a casa con su ejemplar de Playboy y lo deja sobre la mesa, sin disimulo. Fueron las 20 preguntas a Agustina Kampfer (vestida) lo que le llamó la atención y por eso decidió comprarla. No dijo nada del clítoris de Paleo. Como es una publicación que no suelo consultar, cuando me dieron ganas de ir al baño la lleve conmigo. 

La experiencia fue más que interesante; para una feminista que no hace un culto de las axilas pobladas pero se permite recreos entre depilación y depilación, ver todas (T O D A S) vulvas depiladas me indignó un poco. ¡Denunciemos el desmonte femenino muchachas!

Pero volviendo a la exuberancia de Paleo, que no se guarda en esta producción de fotos ni un centímetro de insinuación –hasta se apoya el dedo índice en el borde de la boca, imagínense-, me pregunto qué clase de excitación, que efecto eréctil podrá causar este pequeño bandoneón de piel puesto en primerísimo plano, tan blanco, tan photoshopeado, tan desexualizado, sobre mi marido, sobre todos los maridos?

Fin de la disquisición. Es medianoche y me estoy yendo a dormir. Zapping previo por lo de Fantino, donde un día de estos irá Paleo a mostrarse, aunque ya no le queda nada por mostrar. 

Valeria Sampedro.

viernes, 23 de octubre de 2015

Feminista ¡a tu cocina!

Qué mandato ancestral de sumisión será el que nos devuelve a la cocina. Cómo es que un día aquel lugar del que aprendiste a huir en un acto reflejo de emancipación, de golpe te atrapa. La marca del delantal como estigma. Empoderarse ¿es pedir delivery?


Estoy atravesando un dilema existencial vinculado a mi flamante afición culinaria. Es raro, pero desde hace un tiempo no hago otra cosa que mirar canales gourmet, mi vieja moleskine se llenó de recetas y tips, el super se ha vuelto un paseo de compras, ahora uso sal marina. Ser activista de la lucha por los derechos de las mujeres durante el día y cuando cae la noche un encanto de ama de casa, horneando la cena, no parece aconsejable para una feminista en vías de desarrollo. ¡Si hasta me hice una huerta en el balcón! De pronto convertida en jardinera, mi cilantro, mi romero, mi menta, mi ciboulette.

Huevos rotos, con croutones y rúcula o sopa de calabaza con jengibre (las influencias palermitanas me han vuelto un ser sospechoso frente a la militancia más dura). El problema no tiene que ver con cuál de esos platos me sale mejor -los dos los hago riquísimos- sino con una culpa de género, una sororidad interior que busca rescatarme de la esclavitud del cucharon. La angustia del souflé sin grumos viene a empeorar las cosas en estos días de desasosiego y cuestionamiento permanente. No hay caso. Y me lanzo a picar cebollas, para llorar tranquila sin tener que dar explicaciones a nadie.

Hay algo de síndrome de Estocolmo en haber vuelto, sin que me llamen, al lugar doméstico que rechacé a modo de autodeterminación y libertad apenas descubrir a Olympe de Gouges y Simone de Beauvoir. El patriarcado debe tener que ver con todo esto, estoy segura. No parece casual que la tele se haya llenado de maestros chefs, pretendiendo invertir la carga de la prueba. Basta con hacer un poco de zapping al mediodía, mirar los canales utilísimos o ver el reality de Peluffo para entender que los varones coparon las hornallas. Y a una le da celos, hay que decirlo, verlos condimentar tan sueltos, dando consejos de cómo filetear un lenguado. A ver si encima de todas las batallas que nos falta librar a las mujeres, no tenemos que salir ahora a exigir el cupo femenino en la cocina. Paren muchachos, ese lugar ¡¡es nuestro!!

En plena introspección me asaltan por detrás los brazos de marido hechos abrazo para elogiar las costillitas de cerdo que acaba de comerse. Entendió todo y sabe al pie de la letra cómo desactivar mi remordimiento:

1.  se pone a lavar los platos
2. me tiende “La mano de Marguerite Yourcenar” un libro ¡de recetas! que revela cómo una intelectual que de hecho fue la primera mujer en ingresar a la Academia Francesa era además una excelente cocinera.

Y pregunta, qué vas a querer que te regalemos para el día de la madre, amor? Entonces, el nudo en la garganta se deshace. Lo pienso, lo necesito, no debo. Sé que sería un gravísimo error pedir la minipimer. Me muerdo, no voy a decirlo... No lo digo.


Valeria Sampedro.
(nota publicada en Revista Para Ti 23/10/15)

miércoles, 30 de septiembre de 2015

Biblioteca feminista (mis libros marcados)

Hay un punto en el que ya no sabes si eso que leíste encarna a la perfección justo lo que pensas o si empezaste a creer en eso a partir de la lectura. ¿Importa? Creo que no mucho. Lo que sigue es un relato hecho de retazos -copia textual-, con las marcas de algunos libros que son parte de mi biblioteca feminista. Escritura patchwork.

Acaso no estamos siempre reescribiendo lo que ya escribió otro? Pues acá, una reinterpretación libre.

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Si hay una sola cosa que me hace tener esperanza en el futuro de la liberación de la mujer ha sido ver, a lo largo de los últimos años, la caída y ascenso de varios íconos femeninos. En muchos sentidos, es en las páginas de las revistas de moda y del corazón donde el nuevo capítulo del feminismo ha ido lenta, en incongruentemente, moldeándose. En el interregno, entre la emancipación femenina y el momento en que finalmente las mujeres de la política, los negocios y el espectáculo alcancen la verdadera igualdad, la cultura de los famosos es el foro donde analizamos y discutimos la vida, el papel y las aspiraciones de la mujer.
Se trata más bien de una línea de fuga de la fuga del control y del disciplinamiento entristecedor heterofascista que incluso nos coopta con esos deseos de ser alguien en esta vida: reconocimiento, trascendencia, prestigio, tener un nombre. De las famas, la única que interesa es la mala…
Hablo como proletaria de la feminidad. Hay como un orgullo de empleada doméstica al tener que avanzar con dificultad, como si fuera útil, agradable o sexie. Un goce servil. No sabemos qué hacer con nuestras potencias.
La mujer es el artefacto político que no consigue asumir la soledad, siempre en busca de quien la complete, de quien la ampare, la proteja, la cobije, la resguarde, siempre esperando algo que estimule su abúlico tedio existencial femenino hegemónico.
En una cultura que se reserva el derecho de humillar a las mujeres consideradas poco atractivas, un desesperado anhelo de belleza va inseparablemente unido al terror de que la belleza, poca o mucha, que cada una posee ya haya empezado a desvanecerse…
Las mujeres les dirigen a los hombres un mensaje tranquilizador `no nos tengan miedo´. Vale la pena llevar una vestimenta incómoda, calzados que traban el caminar, hacerse romper la nariz o hinchar los pechos, matarse de hambre. Nunca ninguna sociedad exigió tantas pruebas de sumisiones en las imposiciones estéticas, tantas modificaciones corporales para feminizar un cuerpo. Toda mujer sabe que, por muchos que sean sus demás méritos, no vale nada si no es guapa. Llama la atención la explosión de look perra extremo adoptado por muchas chicas, que por otro lado les sienta muy bien. En realidad es una forma de disculparse, de tranquilizar a los otros, de tranquilizar a los hombres: “mira lo buena que estoy; a pesar de mi autonomía, mi cultura, mi inteligencia, sigo aspirando solo a gustarte”. Tengo la posibilidad de vivir otra cosa, pero decido vivir la alienación vía las estrategias de seducción más eficaces…
Lo más deprimente del falso albor del feminismo es que, mientras estábamos ocupadas celebrando victorias en gran parte imaginarias, el trastorno de distrofia corporal de ha convertido en una pandemia de alcance mundial.
El cuerpo de una mujer es el campo de batalla en el que lucha por su liberación. La opresión actúa a través  de su cuerpo, cosificándola, sexualizándola, victimizándola, incapacitandola…
A la mujer se le ha venido demandando resistencia, heroicidad ante la perspectiva de una agresión sexual. Para creerle a una mujer, los jueces pretenden que demuestre que fue lo suficientemente clara en la defensa de su “tesoro”, de su “honor”, de sus genitales, de la penetración. Con violencia, si es necesario, debe comunicarle de manera indiscutible al macho que lo rechaza. Si no lo hizo, entonces, no hubo violación. El varon pudo haber entendido que el suyo era un no “histérico”, por eso de que las mujeres dicen “no” cuando en verdad quieren decir “si”. Mientras no lleve su nombre, la agresión pierde su especificidad, se puede confundir con otras agresiones, por ejemplo con que te afanen, te lleven en cana, te demoren o te caguen a palos. Esta estrategia de la miopía tiene su utilidad. Porque a partir del momento en que una le dice violación a su violación, todo el aparato de vigilancia de las mujeres se pone en marcha.. Una mujer que aprecia su dignidad hubiese preferido que la maten. Mi supervivencia, en si, es una prueba que habla en mi contra. Solo a los psicópatas graves, a los violadores en serie que cortan conchas con botellas rotas, o a los pedófilos que atacan a las niñas, se les identifica  en la cárcel. Porque los hombres condenan la violación. Lo que practican siempre es otra cosa…



Todo esto podes encontrarlo esparcido en:

Caitlin Morán (Como ser mujer).
Virginie Despentes (Teoría King-Kong)
Leo Silvestri & Manada de Lobxs (Foucault para encapuchadas)  
Germaine Greer (La Mujer Completa)
Miriam Lewin, Olga Wornat (Putas y Guerrilleras)


sábado, 19 de septiembre de 2015

Código Infidelidad

La libertad también puede alienarte. Qué significa que de pronto un manual de convivencia urbana venga a decirte que ya basta de falsa moral, que el adulterio en todo caso podrá volverse una variedad amatoria pero jamás será causal de divorcio.

Es lo que plantea, palabras más o menos, el flamante Código Civil que acaba de entrar en vigencia en reemplazo de uno anterior que se moría de viejo (144 años tenía la versión original). Demasiado progre para una sociedad donde el amor se jura para toda la vida y todavía la gente se pone colorada cuando alguien dice la palabra sexo.

Un siglo después de habernos metido en la cabeza los deberes de la buena esposa y mejor madre, de haber sido cómplice de la cultura patriarcal que pedía un culpable por cada matrimonio fracasado, este librejo con rango de ley se renueva para sacudirte la estantería moral y habilita, sin castigo alguno, a tener un amante. ¿Qué se hace con esta sobredosis de albedrío? Hasta ahora yo sabía que si enganchaba a mi marido poniéndome los cuernos lo echaba de casa con juicio por alimentos y todo; además estaba la chance de denunciarlo por abandono de hogar, si el maldito llegaba a enamorarse. Con esto, ya perdió sentido revisarle el celular.

Las cadenas del matrimonio como institución se han roto para siempre. Los "esposos" pasaron a ser "contrayentes". Las mujeres, ¡señoras de nadie! se acabó la portación de apellido, desapareció el deber conyugal –ese régimen del coito tan usado como reproche en las peleas de pareja-; y para disolver una relación basta con que uno de los dos se decida. Divorcio exprés y a sola firma, pronto llegará una cédula judicial informando que esa pequeña sociedad acaba de ser formalmente aniquilada.

¡Hazlo si quieres! le dije a mi marido con la mirada fija y sin pestañar, para humedecer los ojos. Vete con otra, exageré ya casi lagrimeando. Pero debes saber, mi querido, que he de poner en práctica a partir de este momento toda mi militancia feminista, en pos de la igualdad de género en esta casa. La biblioteca completa de Jane Austin se me vino encima y pude hacer mi numerito encantador.

Inmediatamente después empecé a armar una lista de posibles amantes, decidida a asumir mi derecho a la infidelidad, sin más dilaciones. Revisé viejas cartas de amor, stalkeé entre los amigos virtuales, descarté a compañeritos de primaria -la mayoría arruinados, panzones y, los peor, pobres. Apunté algunos nombres. Puse una canción de Ricardo Montaner.


Algo pasó entonces. No sé explicarlo bien. Una serie de casualidades, el nene a casa de su abuela, mi tanga de voladitos aparecida desde el fondo del placard, la tele que se rompió, su barba de dos días, las sábanas recién cambiadas, un secreto al oído, la voz ronca de siempre diciendo otras cosas. Una mordida. La noche fue larga, larguísima. De nuevo despiertos hasta las 4, como al principio. Lo mejor de todo, es que después del pucho, se puso a calentarme los pies.


Valeria Sampedro.
(nota publicada en revista ParaTi)

lunes, 3 de agosto de 2015

El fracaso de las "mujeres reales" a manos del bótox, las cirugías y el photoshop

Cada 20 minutos, en la Argentina una mujer entra al quirófano para agrandar o levantar sus senos. Al mismo tiempo, otras cinco se disponen en camillas a tratamientos no invasivos. Y dos más se alistan para algún otro retoque que les devuelva por un rato la autoestima: levantamiento de parpados, narices respingadas, lifting, aumento de glúteos, rejuvenecimiento vaginal. Cirugía a la carta y con financiación en cuotas. Ocho intervenciones cada veinte minutos. Veinticuatro por hora. (24 x 24) = 576 operaciones cada día. (*)
Hacerse, repararse, alisarse, alindarse. Vayan desechando cualquier ilusión sobre el fin de la tiranía del cuerpo perfecto. La belleza artificial sigue ocupando el trono en este reino de las apariencias.
“En los últimos años hubo un aumento en la demanda de cirugías estéticas, el incremento ha sido exponencial. Hoy en día cualquier mujer con un trabajo estable y tarjeta de crédito, puede acceder a una operación” apunta el Dr. Javier Vera Cucchiaro, presidente de la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica. Y desliza: “La mujer argentina es muy exigente de resultados.”
Nos hubiera encantado venir a hablarles de un nuevo paradigma, con más flaccidez y no tanto bisturí; con rollos, estrías; y nuevas hermosuras. Pero no. Los desfiles de “mujeres reales” nacieron revolucionarios aunque pronto se convirtieron en una performance que con suerte llega a la tapa de las revistas una vez al año, en el Día de la Mujer, y cosecha aplausos de corrección política, mientras el minuto a minuto impone el parámetro de tersura que deben tener nuestros muslos.
“La belleza es una construcción cultural, normativa y antropológica. Desde Lacan, Foucault y Levi Strauss, la subjetividad femenina es una constante pregunta sobre cómo se construye la máscara de la belleza, como una identidad temporaria posible –explica la psicóloga Fabiana Barreda. La pregunta es si esas máscaras que son convencionales nos satisfacen, porque son crueles o, peor, aburridas y no permiten desplegar toda la fuerza y potencia creativa del deseo femenino”. En un rato, Fabiana volverá para cambiar el enfoque de la nota.
Mientras tanto, una feminista aguerrida como es Mabel Bianco, presidenta de la Fundación para el Estudio e Investigación de la Mujer, habla de modelos muy estereotipados y señala que el gran problema es que se cifra todo el éxito y la felicidad en el aspecto corporal. Por su lado Bárbara Guerschman, antropóloga que hace diez años se infiltró en una escuela de modelaje para su tesis sobre el mundo fashion, sostiene que el centímetro todavía funciona como carta de presentación y que la belleza es el capital puesto en juego. “Todavía el atractivo físico constituye un medio para afirmar la valía de la persona”.
¿Cuánto más vales con un par de implantes que te liberen de la dependencia adictiva del push-up? ¿Las ondas rusas nos harán ganar dos años de minifalda sin complejos? ¿Seguiremos pareciendo treintañeras con un poco de botox en las comisuras? ¿Cuántos días le robaré al almanaque con una buena dermoabración, mucha agua mineral y un par de aplicaciones de ácido hialurónico?
La respuesta está agazapada en los consultorios. “A la mujer le da más seguridad; ante su pareja, con las relaciones en general… de hecho uno percibe un cambio de actitud antes y después de la cirugía. Es como estar mejor vestido” afirma Juan Carlos Rodríguez, presidente de la Sociedad de Cirugía Plástica de Buenos Aires. Y ensaya un consuelo, dice que los métodos menos invasivos crecieron mucho y que esos tratamientos pueden retrasar una cirugía (¿¡no evitarla!?). “Ahora las pacientes prefieren hacerse algo natural. Hoy la tasa de busto que piden es 95cm, en la década del noventa la demanda era por arriba de 100. En realidad es el resultado que también preferimos los cirujanos”. Algo parecido piensa su colega Javier Cucchiaro y cuenta cómo las suturas van mutando al ritmo de los trajes de baño: “La mujer argentina no tolera cicatrices grandes. En los 90 estaban de moda las bikinis muy altas y las costuras en el abdomen se hacían de acuerdo a esa forma; ahora son muy bajas y tuvimos que modificarlas”. Pero lo que en realidad desvela a este hombre es la proliferación de chantas que prometen resultados capaces de igualar a un photoshop: “Lo más importante es la capacitación de los médicos. Nosotros como especialistas debemos aconsejar a nuestras pacientes. Es importante que se informen y hagan más de una consulta con cirujanos acreditados por nuestra Sociedad (SACPER)”. En cualquier caso, estamos hablando de un negocio multimillonario. Que factura -atención con el dato- por los menos 500 millones de pesos anuales sólo de implantes mamarios.
Todo pareciera confirmar el fracaso de la lucha feminista. El movimiento que les explicó a las mujeres que no debían dejarse esclavizar por la norma que impone un único modelo de belleza, sucumbió a la tentación de la piel de durazno. La trampa es dialéctica y figura en nuestro propio manual de combate: libertad de acción sobre el propio cuerpo.
Mabel Bianco, de FEIM: “Hay que revisar el costo que trae aparejado centrar todo en el aspecto físico. Y no me refiero a lo económico sino al costo emocional que implica para las mujeres correr detrás de un ideal inalcanzable y vivir pendientes del afuera”.
Barbara Guerschman, la antropóloga: “Los desfiles XL o las publicidades que muestran la belleza natural son iniciativas aisladas y hasta me atrevería a decir que algo cínicas. El photoshop va a seguir existiendo porque se sigue queriendo tapar aquello que se considera imperfecto”.
No es pesimismo. Son los números que hablan. De a montones, de a miles. Es la estadística la que viene a decirnos que todo bien con ese intento mediático de imponer los escotes chatos. Re gracias a Calu, Juanita Viale y Agustina Cherri, pero la Argentina sigue en el top ten de países con más cantidad de cirugías plásticas por habitante. Ocupa el puesto nro. 9, con más de 285 mil procedimientos estéticos -quirúrgicos y no quirúrgicos- según el último informe de la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica, presentado a mediados de 2014. La cadena de montaje funciona a la perfección.
Ahí vuelve Fabiana Barreda, con los tacos de punta –literal-. Además de psicóloga ella es artista y teórica del arte contemporáneo. Su mirada pone patas para arriba esta nota. Lo primero que plantea es la necesidad de cortarla con el “discurso progresista” que condena las cirugías y señala al mejor estilo maestra ciruela lo que debería ser. Ella opina que la cosa es más compleja y que lo mejor que podemos hacer todos, y cuanto antes, es dejar de pelearnos con las mujeres operadas y empezar a cambiar desde los distintos ámbitos el modelo que nos lleva al quirófano. Menos moraleja, chicas. “Lo interesante es que el sujeto, en su singularidad pueda elegir su condición de construcción corporal, porque si no es como que ponemos a priori que la cirugía está mal. Creo que depende de cada caso y según el uso crítico que se le dé, eso puede funcionar o no funcionar. Después aparece la norma, la tendencia. Las cirugías hoy son una tekne más de autoconstrucción de la máscara, el problema no es en sí la cirugía sino para qué la usan las mujeres”. (Tekne vendría a ser la herramienta, tecnológica, científico-médica, que permite alcanzar ese patrón de belleza deseado/impuesto).
Mabel Bianco vacila: “Es cierto que las cirugías forman parte de la construcción del sujeto femenino, el tema es que se hace sobre modelos ajenos e impuestos, entonces termina siendo la construcción para los otros, no para una misma. Hay que trabajar la autoestima porque algo ahí está muy débil”.
Fabiana arremete: “En la vida real, las mujeres que no responden al canon son tan deseadas como una top model, eso se observa en las redes sociales. Hay tantos tipos de mujeres, como hombres que le pongan `me gusta´. Ese es un contramodelo que avanza también”. (¿podrá un like convertirse en algo más que una adicción egocéntrica?). “Yo trabajo con fotografía, uso el autorretrato como forma de expresión. Creo que cada una se reinventa desde el autorretrato… Lo que ofrece el arte, como estrategia política, es la mirada crítica de poder usar una cámara, o lo que sea, para plantarse desde donde uno cree que es bello. Desde donde uno éticamente quiere ser amado, o quiere sentirse estable emocionalmente con su propio esquema corporal. Pienso que si construimos imágenes de mujeres mayores de 50 no operadas, se empezaría a generar una nueva forma de legitimación que todavía no circula”.
Mabel de nuevo. “Hay que  entender la belleza es algo integral y no sólo físico. Que el bienestar radica en no vivir pendiente de la belleza física y que si nos dedicáramos más a estar bien con nuestro espíritu nos verían más lindas, no meramente por estar con la nariz más respingada o tener más o menos lolas. Pero para eso debemos privilegiar nuestro equilibrio psicofísico”.
Por último Fabiana. “Esa búsqueda de fundar una identidad bella con lo que hay de tu cuerpo es la clave para pensarte, como vos podes crearte, recrearte físicamente. Ahí es donde yo siento que hay una opción”.

(*) Informe anual 2014 de la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica y Estética (ISAPS)


Valeria Sampedro
(nota publicada en Revista Sophia edicion Invierno/15)


sábado, 18 de julio de 2015

Mi feminismo puesto en jaque por un cuerito, o el poder empoderador de la UOCRA

Un cuatrimestre en la UOCRA puede lograr empoderarte más que diez años de militancia feminista de base. No es joda. El dato me llega tarde; justo después de mi queja indignada por la estafa de un plomero de barrio que se hizo el día con la destapación de mi rejilla. Tres pelos saco Oscar del ínfimo sumidero del baño. Ponele que cuatro. No le llevó más de diez minutos –ni cinta de acero, ni máquinas especiales- pero me cobró 450 pesos. (¡45 mangos el minuto!)

Y yo que creía ser una mujer moderna por tener en mi heladera el imán de un arreglatutti y así no depender de la voluntad obrera de marido intelectual, manos de seda. Atrapada en mi propio discurso no puedo decir ni A, que marido no sienta culpa de macho por ignorar cómo se cambia un cuerito es también igualdad de género. En fin…
“Tengo mega dato de plomería! La UOCRA abrió en Almagro un curso muy barato, menos de 100 pesos por mes” me escribe Diana, una amiga. Me está invitando. Pienso en desagües, filtraciones, termofusión. No logro imaginarme manipulando una llave inglesa, sin embargo Diana lo dice exultante, dispuesta a hacerlo de verdad; a comprarse su valijita de herramientas. A no permitir que un esposo de alquiler pretenda solucionar su vida doméstica a precio vil. Decidida a pelear, si es necesario, por el cupo femenino en ese cursillo pensado para varones aunque se jacte de ser para todos y todas (ya le pasó en un taller “mixto” de mecánica automotriz que era la única mujer en una clase de 40 tipos). Diana es una auténtica guerrera -no esta versión timorata de compromiso por la igualdad de género de quien escribe. Ella se le anima a la UOCRA.

Le doy mil vueltas a la idea. Busco argumentos, excusas, bibliografía, mientras no puedo sacarme de la cabeza que gasté fortunas en mi esmalte importado textura volcano y brillo sensacional. Es en la biblioteca de mi hijo, tres años, donde encuentro la respuesta; el germen de este equívoco: una colección de cuentos de la Librería de Mujeres, que bajo la consigna “Yo soy igual” cuenta historias de mamás electricistas, albañiles, referís. Arrebatos de mi primavera feminista cuando, con un lactante a cuestas, salí a comprar libritos, música y juguetes no sexistas.
Que quede claro, no reniego de este esfuerzo tan voluntarioso y obstinado que tenemos las mujeres por demostrar que podemos hacerlo todo y más. Lo que me jode es que todavía buscamos la paridad intentando igualarnos a ellos, pero qué tal si además nos sacamos de encima el mandato de los presuntos quehaceres femeninos (casi siempre domésticos). ¿Por qué no hacer una versión de esos cuentitos con varones de grandes sonrisas lavando platos, cosiendo dobladillos, haciendo la listita de las compras. Y con minitas deslumbradas ante semejante símbolo de masculinidad.


Cuestión que a los pocos días mi otro baño empieza con su rejilla a borbotones. El hombre manos de seda ni se inmuta; agarro la sopapa, tiro fuerte del manojo de pelos que resiste desde el otro lado de la cañería, logro vencerlo; el agua baja por hoy, por un rato. Sé que va a volver, con su olor pestilente de cloacas. Y me decido. Diana será mi próxima plomera de confianza. Al final sí que soy una auténtica luchadora por la igualdad de género.

Valeria Sampedro.
Nota publicada en ParaTi (edicion 17/7/15)

lunes, 8 de junio de 2015

Cómo ser una feminista comprometida y laburar en tele (mi nota ParaTi)

Me compré estos anteojos Bafici, con marco de acetato rojo, para inaugurar mi etapa como periodista gráfica. El óptico me prometió con ellos una mirada más aguda de la realidad. Complejos de chica de tele. Si voy a tener una columna propia ¡sobre feminismo! en Para Ti, necesito dar intelectual. Ser pero también parecer. Ya lo dice Mirtha, como te ven te tratan.

Quizás ni me conozcan, pero llevo más de diez años pateando la calle como cronista. Una década de coberturas de lo que se te ocurra, movilizaciones, paros, incendios, paritarias, sesiones maratónicas del Congreso, maratones de fin de semana, piquetes, granizo, el precio del tomate, inseguridad. La cultura noticiero es así. Diletante. Sabemos de nada, un poco. El mérito es que no se note. Con algo de picardía (y un escándalo menor) cualquier cronista avispado puede llegar a convertirse en celebridad. Si no mira Robertito.

Dice Birdman, mi superhéroe de la madurez, que la popularidad es la prima bastarda del prestigio. Así que le hice caso, me compré una pluma y un cuaderno de ideas.; para que las mieles de la cámara no boicotearan mis incipientes ambiciones feministas. La tele te da canjes y un montón de seguidores en tuiter. Pero escribir puede mejorar notablemente tu reputación.

El puerperio tuvo mucho que ver con mi militancia por la igualdad de género. Tres meses de cautiverio, en camisón y con los ovarios a flor de piel. Escribir descalza, encorvada, en bombacha y con lagañas. Entre teta y teta; entre pañales y olor a vómito. Contra las imposiciones de la moda, el acoso insufrible de los piropos, la justicia patriarcal, el lenguaje sexista. Escribir sobre femicidio, prostitución, aborto. Pero se terminó mi licencia, recuperé el peso y (con él) mi talonario de vouchers para conseguir ropa, zapatos y un baño de keratina gratis por mes. Creí que era el final, y entonces tuve la revelación: el maquillaje HD puede convivir perfectamente con un ejemplar de bolsillo del Segundo Sexo. Nuestras carteras dan para todo.

El tema es poner el cuerpo. Si algún día vas a la plaza a quemar corpiños, no lleves el del bretel estirado y con pelotitas, saca el push-up. Ese es un gran punto de partida. Y ventilar las miserias del enano machista que (todas) llevamos dentro. Hacerse cargo.


Por otra parte, no existe el manual de la buena feminista. Sólo Fridda Khalo puede llevar el bigote con altivez, el resto hacemos lo que podemos. Yo soy capaz de pasar el invierno entero sin depilarme las piernas y con los primeros soles de la primavera dejarle mi sueldo entero a Raquel, una reina de la cera negra, especialista en tiras de  cola. Puedo denunciar a los gritos la tiranía de los patrones estéticos subida al rascacielos de mis plataformas. O ponerme a cocinar las recetas de doña Petrona sin ningún remordimiento de pasar una tarde encerrada en la cocina. Soy la que contó en su blog que hacía colecho con un pequeño electrodoméstico que se ocupaba de sus orgasmos (chicas, posta. Siete velocidades, ocho centímetros, doce cómodas cuotas. Nunca subestimen a un micropene con ínfulas de semental). La misma que, creyendo hacer una defensa acérrima del derecho al placer de las mujeres, llegó a la portada de los sitios chimenteros y le dio de comer al machismo más retrogrado. Soy todo eso y más. Soy un manojo de incoherencias pero te puedo asegurar que me siento recontra comprometida con la causa. Mas ahora, desde que uso mis flamantes anteojos marco de acetato rojo y soy una chica ParaTi.


Valeria Sampedro.
Nota publicada en ParaTi, seccion Selfies (mayo/2015)

jueves, 4 de junio de 2015

#NiUnaMenos. el documento


I.
En 2008 mataron una mujer cada 40 horas; en 2014, cada 30. En esos 7 años, los medios publicaron noticias sobre 1.808 femicidios. ¿Cuántas mujeres murieron asesinadas sólo por ser mujeres en 2015? No lo sabemos. Pero sí sabemos que tenemos que decir basta. En estos años, los femicidios dejaron cerca de 1500 niñas y niños huérfanos y algunos de ellos están obligados a convivir con los asesinos. El problema es de todos y de todas. La solución hay que construirla en conjunto. Necesitamos sumar compromisos para cambiar una cultura que tiende a pensar a la mujer como objeto de consumo y descarte y no como una persona autónoma. El femicidio es la forma más extrema de esa violencia y atraviesa todas las clases sociales, credos e ideologías: Pero la palabra “femicidio” es, además, una categoría política, es la palabra que denuncia el modo en que la sociedad vuelve natural algo que no lo es: la violencia machista. Y la violencia machista es un tema de Derechos Humanos. Hablamos entonces de una cultura de la violencia contra las mujeres. Hablamos de hombres que piensan que una mujer es suya y que tienen derecho sobre ella, que pueden hacer lo que quieran, y que cuando esa mujer dice NO, la amenazan, le pegan, la matan para impedir que diga NO. El femicidio es eso: marcar los cuerpos de las mujeres violentamente, y como amenaza para otras: para que las mujeres no puedan decir que no, para que renuncien a su independencia. Aunque la gran mayoría de las mujeres que recordamos aquí fueron asesinadas por hombres de su círculo íntimo, el femicidio no es un asunto privado, es producto de una violencia social y cultural que los discursos públicos y de los medios vuelven legítima, cada vez que alguien le dice puta a una mujer porque ejerce su sexualidad libremente, cada vez que alguien la juzga por las medidas de su cuerpo, cada vez que alguien la mira con sospecha porque no quiere tener hijos, cada vez que alguien pretende reducirla simplemente al lugar de la buena esposa o la buena madre, destinada a un varón. 1/6 El femicidio es un tipo de violencia particular: no es un tema íntimo o doméstico o sólo de las mujeres. En muchos femicidios también fueron asesinados los hijos como parte del castigo proyectado sobre ellas y su propia capacidad de dar vida. Lo privado es político. Cada mujer que se atreve a decir basta, que quiere dejar de ser víctima para convertirse en sobreviviente, desafía a toda la estructura de la violencia machista. Pero ese es su momento más vulnerable, ahí es cuando con saña se pretende ajusticiarla y es entonces cuando más necesita de otros y de otras que ayuden a sostener su decisión: redes de afecto, sociales, asistencia del Estado y un activismo político fuerte que insista en decirle que no está sola y que no es su culpa. Para que ese BASTA, que por fin pudo enunciar, se sostenga en el tiempo. Eso es, también, lo que estamos haciendo hoy, acá, en esta plaza pública. La violencia ejercida en el ámbito doméstico se vincula con cuestiones sociales que deben ser discutidas en la esfera de la política. A diferencia de otros crímenes, el femicidio se puede leer en una cadena: encontramos crímenes casi calcados por todo el país. Por eso, afirmamos el derecho a decir NO frente a aquello que no se desea: una pareja, un embarazo, un acto sexual, un modo de vida preestablecido. Afirmamos el derecho a decir NO a los mandatos sociales de sumisión y obediencia. Y porque decimos NO, podemos decir sí a nuestras decisiones sobre nuestros cuerpos, nuestras vidas afectivas, nuestra sexualidad, nuestra participación en la sociedad, en el trabajo, en la política y en todas partes.
II.
Los femicidios no deben tratarse como problemas de seguridad. Y la lucha contra ellos exige una respuesta múltiple, de todos los poderes del Estado y todas sus instancias -nacional, provincial, municipal- pero también precisa una respuesta de toda la sociedad civil. Y en especial una respuesta por parte de los y las periodistas, comunicadores y comunicadoras, que son quienes construyen interpelaciones públicas. En 2009 y por amplia mayoría (con 174 votos afirmativos y 3 abstenciones), el Congreso nacional aprobó la Ley de Protección Integral de las Mujeres, Ley Nº 26.485, un paso importante en la lucha contra la violencia machista. Sin embargo, todavía está 2/6 pendiente la reglamentación de algunos artículos, incluido el Plan Nacional de Acción para la Prevención, Asistencia y Erradicación de la Violencia contra las Mujeres. Sin la reglamentación completa de la Ley, el diseño de políticas integrales y la asignación del presupuesto necesario para su instrumentación, esta herramienta lograda en 2009 resulta insuficiente para revertir el aumento de la violencia. En el país existen líneas telefónicas y oficinas especializadas para orientar y asistir a las víctimas que sufren violencia machista. No alcanzan si no son acompañadas de políticas integrales. No existe en la Argentina un registro oficial de femicidios. Los datos que mencionamos aquí son los que releva año tras año la Organización No Gubernamental Casa del encuentro. Es fundamental contar con estadísticas oficiales. El Poder Judicial desempeña un papel en general ineficiente a la hora de dar respuesta a las víctimas. En muchas jurisdicciones, son ellas las que tienen que denunciar y luego ratificar la denuncia que hicieron en comisarías. Este sistema de doble denuncia está apoyado en la falta de confianza de la Justicia hacia las mujeres y contribuye a la impunidad del agresor. El aporte de pruebas y testigos depende enteramente de las víctimas y, si no lo hacen, las causas quedan paralizadas y luego se archivan. Se trata de un modelo de gestión judicial de la violencia contra las mujeres que suma desprotección y que no garantiza medidas efectivas. Con la impunidad para el agresor, el Poder Judicial agrega otro tipo de violencia para la denunciante: la violencia institucional. Muchas de las víctimas de femicidios habían denunciado antes y en reiteradas ocasiones al asesino. A tantas otras mujeres no quisieron tomarles las denuncias. Esta inercia no puede continuar. Hay mujeres golpeadas y asesinadas por afirmar sus propias decisiones. Otras están desaparecidas, víctimas del delito de trata con fines de explotación sexual o laboral, y sus destinos siguen sin conocerse. En torno a algunas de esas mujeres desaparecidas se sospechan tramas mafiosas que incluyen la participación de la justicia y de las fuerzas de seguridad. Por ellas también pedimos justicia. El modo en que los medios, mayoritariamente, tratan el problema, debe transformarse por completo: en muchos casos culpabilizan a las víctimas de su destino: hablan de su vestimenta, sus amistades, sus modos de divertirse. En el fondo, agitan allí el “algo 3/6 habrán hecho”. Necesitamos medios comprometidos en la elaboración de protocolos, además del imprescindible cumplimiento de los protocolos existentes y de los códigos de ética para las coberturas periodísticas de estos casos. La televisión repite imágenes y palabras que ubican a las mujeres en situaciones de desigualdad, dominación y discriminación. Repite estereotipos. El tratamiento noticioso de los casos de niñas y mujeres asesinadas o desaparecidas, con la invasión de la intimidad de las víctimas y la insistencia en revelar el modus operandi del asesino, contribuyen a que el femicidio se naturalice o se lo convierta en insumo para que el show continúe. Y esto ayuda a su reproducción. Decimos Ni una menos, con el dolor de la suma de víctimas que crece y crece. Esta conmoción masiva, esta enorme y comprometida participación social, son un grito unánime. Es la manera que encontramos, en todas las plazas del país, con la movilización, con el dolor común, con la preocupación y la necesidad urgente, de poner en marcha acciones coordinadas que ataquen el problema; desde el origen -la cultura machista-, y hasta el fin de la cadena: la mujer golpeada, la mujer asesinada. El Estado y los poderes reales, junto con la ciudadanía, debemos comprometernos a perfeccionar los instrumentos para combatir la violencia contra las mujeres, nuevos esfuerzos deben sumarse, codo a codo con el esfuerzo realizado por las organizaciones de mujeres, feministas, ONGs y personas comprometidas que trabajan en esto desde hace tiempo. Es que los derechos de unas son los derechos de todos. La preservación de la vida y las decisiones de las mujeres son ampliación de libertad para todos y para todas. Forjemos nuevos modos de convivencia, estrategias para hilar cada vez mejor la trama de la vida en común. No queremos más lágrimas de duelo y sí más avances que festejar. No queremos más mujeres muertas por femicidio. Nos queremos vivas. A todas. #NiUnaMenos.
III.
Pedimos, entonces, una serie de puntos ineludibles para recorrer el camino hacia Ni una menos: 1. Instrumentación en su totalidad y con la asignación de presupuesto acorde de la LEY N º 26.485 “Ley de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales”. Puesta en marcha del Plan Nacional que allí se establece. 2. Recopilación y publicación de estadísticas oficiales sobre violencia hacia las mujeres incluyendo los índices de femicidios. 3. Apertura y funcionamiento pleno de Oficinas de Violencia Doméstica de la Corte Suprema de Justicia en todas las provincias, con el objeto de agilizar las medidas cautelares de protección. Federalización de la línea 137. 4. Garantías para la protección de las víctimas de violencia. Implementación del monitoreo electrónico de los victimarios para asegurar que no violen las restricciones de acercamiento que impone la Justicia. 5. Garantías para el acceso de las víctimas a la Justicia. Atención de personal capacitado para recibir las denuncias en cada fiscalía y cada comisaría. Vinculación de las causas de los fueros civil y penal. Patrocinio jurídico gratuito para las víctimas durante todo el proceso judicial. 6. Garantías para el cumplimiento del derecho de la niñez con un patrocinio jurídico especializado y capacitado en la temática. 7. Creación de más Hogares/Refugio en la emergencia, Hogares de Día para víctimas, y subsidio habitacional, con una asistencia interdisciplinaria desde una perspectiva de género. 8. Incorporación y profundización en todas las currículas educativas de los diferentes niveles de la educación sexual integral con perspectiva de género, la temática de la violencia machista y dictado de talleres para prevenir noviazgos violentos. 5/6 9. Capacitaciones obligatorias en la temática de violencia machista al personal del Estado, a los agentes de seguridad y a los operadores judiciales, así como a profesionales que trabajan con la temática de violencia en diferentes dependencias oficiales de todo el país. Todas las medidas requieren creación de instancias de monitoreo y seguimiento para su puesta en práctica y funcionamiento efectivo. Erradicar la violencia contra las mujeres puede ser difícil pero no es imposible. Ni una menos es un grito colectivo, es meterse donde antes se miraba para otro lado, es revisar las propias prácticas, es empezar a mirarnos de otro modo unos a otras, es un compromiso social para construir un nuevo nunca más. Repetimos. No queremos más mujeres muertas por femicidio. Queremos a cada una de las mujeres vivas. A todas. #NiUnaMenos

#NiUnaMenos. La semilla

Ser periodista. Cronicar decenas de asesinatos a mujeres violentadas por sus novios, maridos, ex parejas. Contar mil veces que había denuncias previas, restricciones de acercamiento, botones antipánico. Hablar de fuego, puñaladas, tiros, bolsas de basura. Repetir la estadística como un mantra, cada vez: Cada-treinta-horas-muere-en –la-argentina-una-mujer-por-violencia-machista.

Un tuit como llamado de atención podría haberme parecido por lo menos banal. Hasta hace tres semanas. Pero el 11 de mayo el dedo se detuvo en la pantalla táctil de mi celular cuando Marcela Ojeda -colega y ahora también amiga- decía que si no pensábamos hacer algo, que nos estaban matando (a nosotras también). Con la facilidad de un click asumí el compromiso. No imaginaba que en ese momento empezaba a desatarse una reacción descomunal, bajo la consigna #NiUnaMenos. 

Mica, Ingrid, Anita, Hinde, Flor, Marina, Sole, Mer y la tal Marcela son parte de este colectivo desquiciado que creyó en la magia de borrar la grieta con sus cartelitos violetas. Y me arrastró con ellas.

¿Quién hubiera dicho que la virtualidad podía darnos una lección de educación cívica? Las 958 mil menciones con ese hashtag, en apenas veinte días, se materializaron este miércoles frente al Congreso de la Nación, en una concentración multitudinaria y formidablemente heterogénea.

Para crónicas del día después, están los diarios. Esta vez yo fui parte, no cronista..

Valeria Sampedro.

martes, 5 de mayo de 2015

Carta de una violacion

Esta carta la escribió Manuela, la chica de 20 años violada por un taxista. En carne viva.

Escribo esto porque sino no voy a poder estudiar esta noche, ni dormir, ni pensar, ni respirar bien. No sé bien a quién le escribo ni en propósito de qué, pero doy por sentado que cada quién se dará por aludido.
Tengo 20 años y en mi haber algunos que otros fracasos sentimentales, estudiantiles y familiares. También tengo sueños y manías, tengo caidas y manos amigas que me ayudan a levantarme. Y hoy, o mejor dicho, a partir del sabado 18 de abril, a determinada hora, en determinado lugar, tengo en mi haber, en este capítulo de mi vida, una violación.
Y les quiero explicar qué significa.
Se trata de un acto, un acto sexual contra mi voluntad. Se trata de que me falló la intuición y de que estuve en el lugar equivocado, en el momento equivocado, con la persona equivocada En fin, se trata de un error que cometí.
Me subí a un taxi, acepté subirme a un auto porque quien conducía ese auto se ofreció a llevarme a mi casa, de la que no tenía llaves porque confié y creí amiga también a una persona equivocada. Y yo, en un momento de vulnerabilidad me subí.
Les quiero contar por qué.
Me subí primero porque era un radio taxi premium. Ese radio taxi que los padres y tíos nos dicen que nos tomemos porque son más seguros. Ahí cometí el primer error.
Porque los violadores no sólo están en los callejones oscuros esperando para atacar o en las vías del tren. Los hay en las oficinas, en las confiterías, en las familias, en los parques y en los radiotaxis al parecer, también.
Mi segundo error fue haber perdido el conocimiento. Así que sí, cometí 2 errores. Pero les quiero hablar de la otra persona que estaba conmigo adentro de ese auto, de mi violador. De él, que, a diferencia de mi, que cometí dos errores, cometió un delito: la violación.
¿Quién no soy ni quiero ser?
No vine a este mundo a ser una mediocre. Así que no quiero serlo. No puedo seguir diciendo que esta bestia me arruinó la vida porque puedo hacerme cargo de los errores que cometí pero no del delito que cometió él. Y la totalidad de mi vida no puede reducirse a que me haya violado un tipo que, dicho sea de paso, no sólo está prófugo sino que está libre. Y para mí la libertad es lo más preciado que tenemos y él, no se la merece.
Cada vez que me violó en contra de mi voluntad ensució, pisoteó, insultó y traicionó a la libertad. No quiero a este violador libre, lo quiero privado de su libertad, encerrado y hostigado, como estuve yo esa mañana adentro de ese auto.
Merezco volver a ser libre y volver a tener sueños. Merezco volver a sentir cosas lindas y no este veneno que tengo dentro mio. Merezco volver a reir con ganas y a llorar solo por lo que haga falta. Merezco tener una familia y unos amigos que puedan contar conmigo. Y si esto es mucho pedir, entonces, por lo menos merezco poder comer, dormir y estudiar. Merezco volver a confiar en alguien una vez más. Porque cuando te violan, el tiempo es denso y esperar es un espanto.
Quiero que la vida me deje de doler. Quiero que estar despierta sea un deseo y no una tortura. Quiero que dormir sea descansar y soñar con cosas lindas, no quiero mas pesadillas con la cara de este animal (con perdón de los animales).
Quiero que a mi mamá no le duelan las sonrisas. No quiero que la gente me tenga lástima. Quiero que la gente quiera Justicia.
Pueda que jamas me olvide de esa eternidad en la que fui sometida a ese infierno de escuchar la respiración y la excitación de él mientras me violaba.  Ni su cara de placer frente a la mia de pánico. Puede que nunca olvide su cara ni su voz. Pero tampoco voy a olvidar nunca qué merezco y quién soy y algún día me va a doler menos. Y la vida que tenia antes del 18 de abril (que hoy parece una utopía) algún día me pertenecerá de vuelta.
Me juré a mi misma que no voy a rendirme hasta que no haya Justicia.
Manuela

PD: Nadie me hará creer jamás que fui, soy o seré culpable de que me hayan violado.

viernes, 27 de marzo de 2015

Basta de Todo (cuando MyLord se convirtió en mi alter ego)

Y un día, mi feminismo decidió someterse a los designios de Cabito y su papeleta. Todo sea por el éxito mediático de MyLord.

Gracias Matías, Diego y Cabito!

Aqui la nota completa:
http://basta.metro951.com/2015/03/27/valeria-sampedro-es-nuestra-diosa-de-los-viernes/

miércoles, 25 de marzo de 2015

La justicia del patriarca.

Pensaba en Rosana (Galliano), en sus 29 años, sus dos hijos. En Arce (Jose) y en la madre que lo pario (Elsa Aguilar). Pensaba también en la madre que pario a Rosana (Graciela) y en cómo hará esa mujer para no morir de rabia y de dolor; para que le quede un resto de paciencia y civilidad, para seguir pidiendo justicia a una Justicia ciega e idiota, que acaba de concederle al asesino la posibilidad de vivir en su casa con esos pibes -sus propios hijos- a quienes les mató a su mamá.
Qué clase de código, penal y moral maneja la jueza (Elena Bárcena, sí una mujer) cuando decide seguir victimizando a estos nenes de 10 y 11 años, que saben todo lo que pasó y que no entienden por qué se los condena a ellos también.

Y cuál es el orden de prioridades del Juzgado de Familia de San Isidro, que tiene pendiente de resolución, desde hace 7 años, un pedido de tenencia de la otra abuela, la de los ovarios como pelotas de básquet.

Demasiadas preguntas mientras Jose Arce, condenado a perpetua por haber planificado el crimen de su ex mujer –con un fallo ratificado por Casación- toma mate en su casa de Pilar junto a su mamá, la abuelita homicida de esta historia de terror. Lo de la prisión domiciliaria se explica por los 86 años de ella y el deteriorado estado de salud de el, por un ACV que dejó secuelas. Lo que no hay manera de explicar es cómo la justicia permite a esta gente criar a las víctimas colaterales de este asesinato: los chicos.


Mientras tanto, la racionalidad es apenas un proyecto de ley (de la Casa del Encuentro, para que los femicidas pierdan la patria potestad de sus hijos) que nadie se decide a tratar en el Congreso.

Mientras tanto, el contador de femicidios supera las 1810 mujeres asesinadas desde el día en que mataron a Rosana (enero de 2008).

Mientras tanto, la sala de espera de la Oficina de violencia doméstica esta atestada de mujeres temblando de miedo, que se miran de reojo y depositan en ese lugar su última esperanza de justicia.

Valeria Sampedro.

martes, 17 de marzo de 2015

Malditos todos mis ex. La obra

Me resisto a creer que se trate de un desnudo justificado (el off también tiene sus clichés). Hit ochentoso, guitarrita, la mina en pelotas desde el vamos y yo en primera fila. Mientras reviso cada estría bajo esa luz hija de puta, tan de probador –una especie de dicroica cenital que deja en evidencia la más mínima adiposidad- entiendo todo: la naturalidad con que la actriz lleva su desnudez, recién salida de la ducha, sin poses, es la desaprensión propia que da la convivencia cuando ya no metes panza cada vez que él mira y, de hecho, él pasa ya sin mirar.

Malditos todos mis ex implica TODOS. Los de la adolescencia, los idiotas que nos tuvieron en vilo sin responder mensajes, los buenazos que nunca nos provocaron cosquillas en la panza, los amores de nuestra vida. Y todas las que fuimos, cada vez. Revueltas, mezcladas. Casi siempre la misma.
La exageración en teatro es histrionismo y habrá que decir que más allá del griterío histérico, por momentos latoso, estas cuatro yeguas (cinco con la directora, Mariela Asensio) me hicieron llorar la mitad de la obra.
La perla -intuimos, salida de las profundidades más obscenas del cerebro de Reynaldo (Sietecase)- cuando el tipo se coge a su ex hasta matarla. Y no es femicidio, es Subiela.

Valeria Sampedro.


Malditos.. Sábados 20hs Teatro del Pueblo (Av. Roque Saenz Peña 943)
Dramaturgia: Mariela Asensio y Reynaldo Sietecase. Actúan: Federica Presa/Hernán Herrera/Eugenia Iturbe/Marina Lovece/Constanza Molfese/Ariel Perez De Maria/Federico Schneider.

jueves, 5 de marzo de 2015

Feminismo de pasarela

“Es muy fácil hablar pistoladas (boludeces) y criticar a otras mujeres. No hacen más que ratificar lo que Freud llamaría envidia femenina y que se deja sentir cada vez que una mujer agrede a otra por el hecho de ser bella o arreglarse. Al feminismo le falta crecer y madurar muchísimo para repensar el posicionamiento de las estructuras sociales”.

Con ustedes, Eva Herbert. Veinticinco años recién cumplidos, modelo, psicóloga y… ¡feminista! Qué tenemos que decir de una piba que soñó con la coronita, llegó a las pasarelas y un día se puso a estudiar una maestría de género. Y qué si no se trata de la redención de una mannequin arrepentida. Si su afrenta no nace del despecho sino de un genuino interés por revisar cómo nos opera el patriarcado. Más grave todavía. Qué tal si esta modelito venezolana en pleno ejercicio de sus funciones, entre flashes y sonrisas de photoshop, sale a marcarle la cancha nada menos que al Instituto de la Mujer de su país y lo tilda de hipócrita (hay que tener la triquini muy bien puesta para eso).

Este es el momento en el que las militantes más acérrimas se rasgan las remeras hasta quedar en tetas y exhiben en sus torsos desnudos la advertencia: “Patriarchy is not dead“. Estoy a punto de sumarme, las manos aferradas al borde de la musculosa, pero no me ayuda el escote -85cm es muy poco para que un topless merezca ser exhibido- y además cargo con mi propia contradicción de haber conducido un noticiero en el prime time, aunque sólo se haya tratado de un reemplazo veraniego.

Paréntesis catártico ahora mismo. Poner la cara como presentadora de noticias en un canal de aire, horario central, implica, además de estar bien informada y tener capacidad de síntesis, deponer todas tus ínfulas de activismo de género ante un comité de estética que decretará la emergencia fashion –perchero repleto de musculosas, minifaldas, taco aguja, una orden de maquillaje HD, performance capilar- y una clase exprés con coach actoral que indefectiblemente indicará coquetear con tu compañero varón. Eso, más el diabólico teleprompter que se tiene preparado todo lo que vas a decir desde el momento en que se encienda la luz roja. ¡Y guay con pretender tener una idea propia!

Perdón Eva, en qué estábamos. Ah, si..
-¿Cómo es que terminas convertida en una modelo-feminista?
Desde adolescente quise ser modelo, pero mis padres siempre priorizaron el estudio así que debía terminar la universidad antes de ponerme a desfilar. Ya avanzada la carrera hice varios intentos en agencias de modelos, aunque casi todos fallidos. Mientras, realizaba mis labores políticas, sociales y culturales en la facultad, por ejemplo hice un proyecto de campaña contra la violencia de género que recibió varios premios. Eso marcó el comienzo de mi trabajo por y para la feminidad. En 2009 quedé finalista en el concurso Elite Model y eso me aseguró un puesto en la agencia que lo organizaba. Comencé a ir a castings, hice comerciales de televisión, campañas en revistas y desfiles. Así fue que el modelaje y el feminismo aparecieron en mi vida, se fueron desarrollando a la par.

-¿Nunca entró en crisis esa "doble vida"?
Si te soy sincera, en algún momento llegué a confundirme. No es fácil leer a Germaine Greer y Simone de Beauvoir, entre muchas otras autoras que explican cómo el cuerpo de la mujer ha sido convertido a lo largo de la historia en objeto mercantil, sexual y propenso a abusos, mientras tú has sido imagen de un sinfín de marcas en traje de baños, photoshopeada y siempre expuesta a la mirada de los demás. Sin embargo pensaba que tenía que ser “válido” el hecho de que yo fuera modelo y feminista al mismo tiempo, no podía ser tan antitético si ambas tareas las había llevado sin problema alguno. Hasta que fui despedida de una institución del estado (Inamujer) por ser modelo y algo me hizo click. De pronto apareció la respuesta: ¡porque me da la gana! Soy feminista y modelo por dos razones: porque quiero y porque puedo. Yo tengo muy claro quién soy y no considero que lleve una “doble vida” porque no tengo nada que ocultar.

El episodio que menciona Eva fue a mediados del año pasado. El Instituto de la Mujer de Venezuela buscaba una coordinadora para su Centro Integral de Atención y ella aplicó para el puesto con su CV y aptitudes de sobra. Aunque el idilio duro apenas una semana. "Yo tenía un compromiso adquirido previamente para un desfile, solicité permiso para ausentarme dos días dejando en claro que iba a trabajar de modelo y me lo aprobaron. Pero cuando volví me informaron que estaba despedida. Les parecía contradictorio que una modelo ejerciera el cargo, dijeron que no se correspondía con los valores de la institución. Que ser la imagen de marcas capitalistas no congeniaba con la labor de un organismo socialista. Así que me ofrecieron un puesto menor para `no desperdiciar mi talento`, pero que no tuviera exposición mediática y yo me negué a semejante ridiculez” apunta enérgica, señorita Herbert.

-En la carta (a Inamujer) que hiciste pública tras el despido vos hablas de un feminismo hipócrita..
Es que unas supuestas feministas ocupando puestos jerárquicos en una institución estatal abocada al trabajo por las mujeres no pueden llamarse así sólo porque salgan a marchar o tengan un cargo, tienen que demostrarlo con sus acciones sororarias. Cuando impides que una mujer ocupe un espacio de poder porque es modelo, estás poniendo en duda sus habilidades y competencias profesionales, eso no es feminista. ¡Eso es hipocresía!

Lapsus tuitero. Nada que ver con nada. >>¿Se puede andar con el centímetro a cuestas, la pinza de depilar, el rímel y un ejemplar del Segundo Sexo en la cartera? #EsPregunta >>

Hablemos de incoherencias. Venezuela tiene el récord de bellezas coronadas a nivel global. Es el país con más concursos de Misses y se ocupa de entrenar a sus mujeres, desde chiquitas, para competir en certámenes donde las más lindas tendrán asegurado el éxito.
Para mí son espacios relativos, dirá Eva. “Yo he estado en concursos de modelos (Elite Model y Chica E!) donde si bien la belleza importaba, también requerían portar otros atributos. Sólo quien haya participado con un objetivo claro y definido de lo que quiere lograr sabrá decirte cuán divertido, enriquecedor y placentero puede resultar. No tengo nada en contra de estos concursos y además seguirán estando porque son parte de nuestra cultura, al menos en Venezuela. El problema es la lectura que le dan quienes creen que una mujer, por exponerse en traje de baño, merece ser objeto de burla y discriminación. En mi opinión, ¡la belleza muy poco tiene de banal! Yo entiendo, aunque no comparto, la posición de muchas feministas que combaten la explotación de los cuerpos femeninos instaurada en múltiples dispositivos culturales. Pero cuando una mujer denigra las decisiones u opiniones de otra compañera pasa a ser tan violenta como cualquier patriarca retrógrado de esos que enfrentamos”.

-¿Hoy evaluas presentarte para Miss.. algo?
Como modelo siempre he estado abierta a escuchar y estudiar nuevas propuestas y si entre ellas está la posibilidad de participar en el Miss, bienvenida sea.

-¿Y cómo planeas tu futuro profesional?

Actualmente estoy dirigiendo una plataforma motivacional que promueve la autoaceptación corporal. Un emprendimiento que se nutre de mis conocimientos en psicología, mis estudios de la mujer y experiencia en el ámbito de la moda y la belleza, para ayudar a las mujeres a redimensionar el valor que se le da a la apariencia física. Una propuesta desde la feminidad, que brinde atención y herramientas para que ellas salgan a la calle cada vez más seguras de sí mismas. Al mismo tiempo espero seguir modelando, crecer como animadora. Y seguir formándome, para que las palabras de una chica de 25 años que es modelo, no sean menospreciadas sólo por ser considerada bella para algunos. Y esto que te digo no puede más que demostrar que todavía existen muchos estereotipos que derribar.

Valeria Sampedro.