martes, 24 de julio de 2018

XV. Gente rota


El andaba desanimado esos días, y se sentía muy solo. Ella venía desde hacía meses con una depresión profunda que ni con pastillas; no le encontraba demasiado sentido a nada. Coincidieron en un bar de mala muerte, en el barrio de Once, lúgubre y grasiento.
Ph. IG: @raichijk_daniel
3 am en la barra del bar. Otra ginebra por favor, dijo él y se llevó a la boca un pucho apagado cuando la vio entrar. Tenía las ojeras más sensuales que hubiera visto jamás, tremendos ojazos negros, mirada de furia y rimmel de haber llorado hasta recién. Ella lo miró fijo y fue directo a sentarse al lado suyo. Para mí un café con leche.
Hablaron sin parar hasta las seis de la mañana. La impunidad de vomitar verdades con un desconocido no tiene comparación. Se contaron desventuras amorosas, miserias vergonzantes, abandonos, traumas. Hasta llegaron a sonreir.
Sobre las seis y media el mozo bajó la persiana. Los vio irse juntos, caminando, mientras empezaba a amanecer.
Qué clase de nueva oportunidad puede nacer de las ruinas.

Valeria Sampedro.
#Microhistoriasdeamor

viernes, 20 de julio de 2018

XIV. Posdata, no te quiero más

Llegó a la hora de siempre, nueve y media de la noche y le llamó la atención que la casa estuviera a oscuras. ¿No estaba ella?

Ph. IG: @raichijk_daniel
No, no estaba. Acababa de irse con sus cosas. Lo descubrió mientras iba encendiendo las luces; el living le pareció un poco más grande sin el sillón del rincón, faltaba la alfombrita de lana y el ekeko de la biblioteca; encontró dos portarretratos vacíos, no estaban sus carteras en el perchero, había espacio de sobra en el placard. Quedaba un rastro de su perfume en la almohada y reconoció un arito suyo junto al zócalo donde hasta hace unas horas había una mesa de luz.

Recorrió cada rincón tratando de asimilar la ausencia, la garganta hecha un garrote, mientras intentaba recordar cuándo había sido la última vez que se habían reído a carcajadas, que se habían quedado charlando hasta la madrugada, que habían conectado mirándose a los ojos. Cuándo.

Fue hasta la cocina, se sirvió una copa de vino y lloró desconsoladamente. Sobre el mantel ella había dejado el manojo de llaves y una esquela mínima. Pd: no te quiero más.

Valeria Sampedro
#Microhistoriasdeamor

martes, 17 de julio de 2018

XII. El beso


Él no tenía nada que hacer en la puerta de su casa. Pero ahí estaba, esperándola, sentado en el borde del cantero agarrándose la cabeza, maldiciendo el momento en que había desatado el juego de la seducción, justo con ella.

Ruido de llaves, subí. Subió. Resultaba extraño habitar ese espacio, sentirse a salvo de la mirada del resto del mundo y a la vez en el sitio más peligroso de su universo: a dos centímetros de la mujer que lo volvía loco. Qué carajo estaba haciendo ahí.

PopArt by IG: @raichijk_daniel
Habían acordado no ir a fondo, sólo volver a verse, hablar un rato. Ella le había jurado no cruzar el límite. Al menos, no primero. Y exactamente eso pasó.

Se sentaron en el suelo, pegados uno al lado del otro. Quietos, contra la pared. Apenas conversaban. En un momento él la miró y -no pudo evitarlo- le acarició una mejilla. Para qué. Ella le agarró la cabeza por los lados, recorriéndola con los dedos abiertos desde la nuca, revolviéndole el pelo, mientras abría la boca para darle, ahora sí, un beso carnívoro.

Valeria Sampedro.
#Microhistoriasdeamor

martes, 10 de julio de 2018

XIII. El decorador


Cuando le pasaron el contacto por wapp ni reparó en el bombón que ahora estaba a punto de tocar el timbre. Simplemente acordó un horario y se puso a armar la lista de cosas que le faltaban para equipar su flamante departamento.

Estaba entusiasmada con la idea de tener un hogar a su medida y por primera vez iba a permitirse pagar a alguien que la asesorara. Basta de cachivacheríos, la silla regalada, el mueblecito de la abuela, la lámpara de oferta, el tapiz de un ex. Empoderarse también era contratar un decorador.

Ph. IG: @raichijk_daniel
Cuando se anunció en el portero eléctrico su voz resonó en el auricular como venida de una caverna. A ella le pareció más gruesa de lo que esperaba; a decir verdad, más varonil. Un minuto después lo miraba incrédula entrar a su casa, los ojos más lindos del planeta, el sobretodo puesto y un metro en la mano.

Ella en medias, una remera vieja, el jean mas rotoso que tenía y su vincha de entrecasa. Daba muy desaliñada pero sabía que estaba sexie así que se tranquilizó.

Recorrieron el departamento, midieron todo lo que había que medir, sonrieron lo suficiente y, cuando ya no quedaba nada por hacer, ella le dijo tengo un par de cervezas en el freezer, ¿querés?


Valeria Sampedro.
#microhistoriasdeamor

domingo, 8 de julio de 2018

XI. Me voy


La negación como mecanismo de supervivencia. 
Ella le había dicho que basta, que así no podían seguir. Hacía rato que se lo había dicho, pero él nada. La miraba con la mirada un poco perdida, reclinado en la silla de la computadora, los pies sobre el escritorio. Ella no terminaba de entender si era por indiferencia, hartazgo, impotencia.
Ph. IG: @raichijk_daniel
La miraba fijo. ¿La escuchaba?
No respondía. ¿No tenía nada para decir?

Así un montón de veces. Un montón. Hasta el día en que ella empezó a embalar sus cosas. Los libros, la ropa, dos cajas de fotos impresas (de esa última y sus anteriores vidas). Su mate, su mesita de luz, sus plantas. Su nudo en la garganta.

Sonó el timbre, ¡bajo!
Chau. Te dejo las llaves acá.
...
No, no iba a decir nada.

Valeria Sampedro.
#microhistoriasdeamor

jueves, 5 de julio de 2018

VIII. Ella en mi cama


No estaba en sus planes volver a enamorarse. Ya una vez le habían roto el corazón y cuando logró sobreponerse juró no sufrir más. No por amor.

Se trazó una vida sin sobresaltos. Salía a correr tempranito, después iba a trabajar, algunas tardes andaba en bici, los viernes jugaba al tenis, los fines de semana se juntaba con amigos. Iba al cine regularmente, por las noches se servía una copa de vino y cocinaba gourmet para un sólo comensal. La casa estaba en completo orden y su rutina se parecía bastante a la felicidad.

Lo único que extrañaba de su vieja vida era cuando, en invierno, ella se acurrucaba hecha una bolita bajo el edredón, enroscaba sus larguísimas piernas con las de él y juntos se calentaban los pies. En los años que llevaba de soltería no había encontrado la forma de reemplazarla. Se compró medias de llama, planchaba las sábanas antes de acostarse, hasta llegó a poner una palangana hirviente a los pies de la cama. Nada como ella.

Una tarde estaba de compras en Farmacity cuando vio una bolsa de agua caliente asomada en el estante de la última góndola. Corrió a su encuentro. Quedaba sólo una. Se aferró a ella y lo supo. Ya no pasaría más frío.

Ya no volvería a estar solo.

Valeria Sampedro.
#microhistoriasdeamor

lunes, 2 de julio de 2018

X. Paseo nocturno


Andaba contrariado esos días. Algo de su capacidad afectiva había empezado a tambalear. Años de experiencia, desamores, un divorcio encima, algún enamoramiento fugaz y por fin una relación sanadora. Qué más podía pedir. Sin embargo un ruido.

Ph. IG: @raichijk_daniel
Los primeros años de esta última pareja habían sido realmente buenos. Y ahora, detectaba una fatiga, nada grave. Además, pensó, ya estaba grande para andar con el corazón a los tumbos. Para taquicardia nada mejor que un control anual con el cardiólogo, largar el pucho y en tal caso retomar terapia. Qué ganas de joder.

Pero la idea de conformarse no lo dejaba dormir. Entonces salía a dar paseos nocturnos, la campera con capucha para esconderse un poco más del mundo. Caminar sin rumbo, hasta que las piernas no dieran más, hasta que la cabeza se callara de una vez.

Una de esas noches, de la nada, pensó en soltar el control. No tengo la más puta idea de hacia dónde ir, pero sé dónde no quiero terminar. Fue hasta un kiosco, pidió prestada una birome y se escribió en el brazo "La vida no es una bitácora de viaje".

Despues volvió a casa, se preparó un café negro, tomó valor y marcó su número. Hola, perdón la hora. Tenemos que hablar.

Valeria Sampedro.
#microhistoriasdeamor