miércoles, 31 de octubre de 2018

XXVIII. El idiota


No lo vio venir. O se entusiasmó demasiado pronto, tan propensa a la comedia romántica.
Su lista de requisitos básicos estaba incluso excedida -treintipico, soltero, ojos castaños, barba incipiente, foto en guitarra y zapatillas- cuando likeó su perfil y habilitó la cita.
Habrán chateado una semana; nada relevante, un par de chistes simpáticos aunque sobredosis de jajas y demasiada selfie en las redes. Mal de la época, pensó; no se iba a dejar amedrentar por eso.
Se juntaron en un bar de San Telmo. El tipo la esperaba en la barra con una cerveza fría y su mueca de galán que no fallaba nunca. La charla fue trivial y aquel idilio plagado de gestos prefabricados resultó suficiente para que ella terminara en su departamento.
IG: @Raichijk_daniel
Nada funcionó esa noche. Ni la música, ni la bebida, se quedaron muy pronto sin tema de conversación y cuando apuraron los besos para aplacar la falta de diálogo sus bocas no congeniaron tampoco. Insistieron; fue el sexo más anodino que ella recordara haber tenido jamás. El pucho del después tuvo que ser con medio cuerpo asomado a una ventana mientras él rociaba con Lysoform el ambiente. Ya a esa altura su mueca de adonis resultaba irritante pero cuando vislumbró sobre la mesa ratona un libro de autoayuda directamente pensó en salir corriendo. No llegó a hacerlo, el idiota le ganó de mano. Mañana madrugo, te pido un taxi preguntó.
Dejá, prefiero caminar.

Valeria Sampedro.
#Microhistoriasdeamor

jueves, 4 de octubre de 2018

XXVII. Metáfora de la luna


El manual de instrucciones del nos estamos conociendo indicaba que ahora debía esperar. Al menos un par de días. Convenía evaluar el tráfico de likes, asimilar el efecto del último encuentro, calcular cuántas veces pensaba en él durante el día. Revisar el grado de respuesta. En definitiva, medir el impacto.
Foto: IG @raichijk_daniel
Nada de eso tenía en la cabeza cuando se puso a escribirle una invitación descarada para que volvieran a encontrarse. Pero justo antes de mandar el mensaje se acordó del instructivo ese y del último consejo de su psicóloga, evitá quedar expuesta. Así que decidió esperar. Uno, dos minutos. Tres. Diez. Qué era esa sobreactuación de indiferencia. Ella no era así. Trazar una estrategia para simular que no te gusta el chico que te gusta. Todo raro. ¿Y sus ganas?
Divagaba sobre cuestiones cuando el semáforo se puso en rojo. Las luces de la noche se alinearon en una metáfora perfecta: era la prohibición o la luna.
Se puso a pedalear con determinación hasta aquel edificio en el que había estado hacía unas horas. Ató la bici en el arbolito, se sacó el casco y sin pensar demasiado tocó el 3ro D.

Valeria Sampedro
#Microhistoriasdeamor