martes, 9 de abril de 2019

XL. La chata roja


Empujaba el chango desbordado rumbo al estacionamiento; no estaba segura de que la compra fuera a alcanzar para todo el mes pero había conseguido buenas ofertas y eso le daba un aire de suficiencia al andar, mientras evaluaba qué preparar para la cena. Revolvía el interior de su bolso buscando la llave del auto cuando quedó petrificada frente a la cochera. Era su camioneta (la de él), no había dudas. La chata roja, 15 años después. ¿Habría vuelto?
Foto: IG @Raichijk_daniel
Un sudor repentino le humedeció la espalda. Lo primero que atinó fue a acomodarse el pelo y pasarse las manos por la cara, como si una pudiera alisarse las arrugas del tiempo en ese gesto de caricia compasiva. La respiración entrecortada, las rodillas flojas. Ahí parada, inmóvil, revivió la secuencia de aquel mediodía a la salida del mercado, el guiño de luces, cómo estás, voy para tu lado dejame llevarte, esas bolsas deben pesar una tonelada. Llegaron y ella le ofreció una taza de café, los chicos estaban en la escuela, el marido quien sabe por dónde, así que cuando él se le acercó y la tomó por la cintura ella se dejó abrazar y tuvieron su tarde de película. Sin secuelas, no le dio la valentía para más. Recordaría por siempre aquella escena memorable, descompuesta en llanto sin que nadie entendiera porqué, cada vez que en la tele volvieran a pasar Los Puentes de Madison.

Valeria Sampedro.
#microhistoriasdeamor