martes, 28 de agosto de 2018

XXII. Power gym


Jamás hasta esa tarde sus fantasías se habían relacionado con nada que tuviera que ver con un gimnasio. Nunca.

Si había algo que no le agitaba en absoluto la libido era el prototipo de chabón musculoso con la tablita de lavar y el ego suspendido en sus bíceps. A ella la ibas a conquistar con aspecto desgreñado, pancita de cerveza y una cuota razonable de ironía. Improbable que se cruzara al hombre de sus sueños entrenando (y para amante mejor alguien menos ególatra).

Ph. IG: @raichijk_daniel
Pero el tipo que ahora indicaba el próximo ejercicio tenía algo que le llamó la atención. Era nuevo, nuevísimo ese profe, morrudo, ojos negros y la voz tan ronca; marcaba el ritmo de cada movimiento con una cadencia que daban ganas de parársele enfrente, mirarlo fijo y decirle, con las pulsaciones a 150 por minuto, ¿vos estas provocando o me parece?

Bajo profundo, ordenó a su clase. La música al mango y ella tan al fondo del salón, tan testaruda y sudada, con la barra atravesando sus hombros, las piernas flexionadas y abiertas, con el resto de su energía a punto de expirar aunque decidida a obedecer.

No hubiera querido ese final tan penoso, tan obvio y patético. Pero. El calambre la dejó indefensa en la colchoneta. El se acercó, le cubrió con las dos manos el abductor y empezó a masajear.

Valeria Sampedro.
#microhistoriasdeamor

viernes, 24 de agosto de 2018

XXI. Loco de amor


Caminaba solo por una calle oscura de Almagro. Caminaba a contramano, de la calle y del mundo. Su mundo del revés donde empezaba a sentir que ya no tenía nada que hacer.
Ph. IG: @raichijk_daniel
Esa noche se cumplían diez años del abandono. Diez años detenido en el tiempo esperando que ella regresara. Su vida se había puesto en pausa aquel día en que el otro plato de comida qued
ó intacto sobre la mesa, junto a la copa de vino, la velita en el candelabro de plástico, el teléfono que ni sonó. Y un anillo de Plata 900, finito, todo lo que podía pagar, para pedirle casamiento.
Pasó del desconcierto al odio, a la tristeza, al llanto, a la negación, al desconsuelo. Hasta esa noche de aniversario en que decidió dejar de esperarla. Armó un bolsito mínimo, cargó la petaca, el atado de cigarrillos y se fue.
Caminaba solo por esa calle oscura cuando se cruzó con un vecino; lo paró y le preguntó: ¿Dónde queda el mar?

Valeria Sampedro.
#microhistoriasdeamor



martes, 21 de agosto de 2018

XX. Soberanía emocional


Se levantó liviana ese día. Un solazo entraba por el ventanal. Se preparó el mate, puso la radio, chequeó mensajes, comió un par de tostadas, regó las plantitas del balcón. Hacía un frío helado.
Ph. IG: @raichijk_daniel
A media mañana registró que llevaba horas sin pensar en él; que por primera vez en meses su cara no era lo primero que le venía a la cabeza al despertarse, lo último antes de rendirse al sueño. Y sonrió.
Era reconfortante la sensación de respirar hondo y que la exhalación no se convirtiera en suspiro. Tan incrédula de su repentina ingravidez que ensayó el ejercicio unas cuantas veces. Si, la opresión en el pecho se había esfumado.
Decidió abandonar el pijama, guardó las medias de lana en la cajonera. Se vistió decentemente, agarró la bici y salió a andar, sin rumbo fijo.
Inútil apurar los tiempos del desamor, un día indefectiblemente la tristeza desaparece.

 Valeria Sampedro.
#microhistoriasdeamor

viernes, 17 de agosto de 2018

XVIII. Los mil y un besos


Todos en una sola noche. Una larguísima y hermosa noche que los vio enredarse entre las sábanas de su casa, la de ella.

Se besaron tanto. Pero tanto. Se besaron despacito, se mordieron los labios, la lengua, los dientes. Se besaron el cuello, los lóbulos de las orejas, la punta de la nariz, los párpados, las pestañas. Se lamieron los hombros, el ombligo, los muslos. 

Ph. IG: @raichijk_daniel
Se besaron la boca de nuevo. Se miraron, se comieron con la mirada y retomaron los besos. Las pantorrillas, los talones, los dedos de los pies. Las manos.

Durmieron un rato y en plena madrugada se despertaron a los besos. Y vuelta a empezar. Cuando llegó la hora de irse se besaron otra vez. Se besaron tan largo que eso no parecía una despedida sino una continuidad. No paraban. Ya no quedaba rincón para besar así que repitieron. Mil, mil uno, mil dos, otro rato interminable.

Ya había amanecido cuando por fin se fue. Y no volvió a llamarla.

Valeria Sampedro.
#microhistoriasdeamor


miércoles, 15 de agosto de 2018

XVII. Dos plazas, una enormidad


Siempre había sido de ocupar el lado derecho de la cama. Habían cambiado de departamento, estado de vacaciones, incluso acampado, pero invariablemente cada noche acomodaba las pantuflas, o la ojotas, su libro, ahora su celular y los anteojos al alcance de su mano más dúctil.
Ph. IG: @raichijk_daniel
Dormía hacia adentro. Mirándola a ella, abrazándola casi siempre, hasta que los vencía el sueño y cada uno se hundía en su sector del colchón.
Fue durísimo cuando ella se fue. Sobre todo por ese espacio vacío en la cama; por el recorte helado de la mitad izquierda de la sábana, por la otra almohada intacta. Y, claro, su ausencia.

Valeria Sampedro.
#Microhistoriasdeamor

jueves, 2 de agosto de 2018

XVI. Animal

Para él, el amor más que una experiencia era un estado de ánimo. Y la búsqueda de felicidad casi nunca tenía el correlato épico que quería para su vida. Así que normalmente estaba solo o, de a ratos, mal acompañado.
Solía enamorarse desesperadamente. Hasta los huesos. Y era un animal, puro instinto, nada de especular ni hacer cálculos de conveniencia; se quedaba en carne viva, cada vez. Pero sus declaraciones de amor, tan shakesperianas, asustaban a cualquiera que tuviera un mínimo sentido de supervivencia. Hasta que se cruzó con ella. En la puerta de un cine arte, bajo una lluvia torrencial. La vio encogida bajo el alero mínimo, con la mirada absorta y moqueando, tres pañuelos hechos bollitos en la mano, sin paraguas. Era hermosa. El lloraba también, por la película y por la mujer que tenía ahora a dos metros y estaba a punto de conocer.
Todo era desmesurado en esa escena. El se paró frente a ella, la miró fijo, se secó las lágrimas con la manga del buzo y le regaló su sonrisa más tierna. Ya te quiero, le dijo. Y la invitó a tomar un café.

Valeria Sampedro.
#Microhistoriasdeamor