lunes, 12 de noviembre de 2018

XXX. El espejo interior


Había sido una noche difícil; larga y desvelada. Una noche de esas en que replanteas tu mundo de inconsistencias, en que quedas al desnudo, tan ridículo y desamparado.
Estaba solo. Bueno, tenía su millón de amigos virtuales, su departamento con vista al río, su whisky onderocs, sus sában
Foto: IG: @raichijk_daniel

as de seda, su agenda de compañías aleatorias. Pero estaba solo en el más triste sentido de la ausencia.

De pronto lo supo y no pudo contener el llanto. Lloraba a mares, como un chico, con un desconsuelo irremediable. En qué momento se había vuelto tan estúpido.
Intentó sobreponerse, limpiarse la cara, aclarar la garganta y no pudo evitar volver al celular, a chequear los likes de su felicidad prefabricada. Pero la pantalla salpicada de lágrimas le devolvió un efecto refractario de su estupidez y pensó: son esos, los pedazos rotos de mi espejo interior.

Valeria Sampedro.
#microhistoriasdeamor

lunes, 5 de noviembre de 2018

XXIX. Fin del idilio


La verdad es que ella tenía ganas de comer pizza, no sushi, a la salida del cine. Ya la elección de la película había supuesto una concesión cuando le mintió que daba igual ver la de Alex de la Iglesia en lugar de la comedia italiana. El registro de aquel ínfimo cortocircuito le generó un frunce en el ceño. Nada importante. Todo se acomodó después y una vez en casa cogieron divinamente.
Foto: IG @raichijk_daniel
Cuando se despertó, como a las 9, le dieron ganas de ir a tomar mate al balcón. El la abrazó en un movimiento que era habitual y un poco automático pegándose por completo a su espalda, quedate acá conmigo, suplicó, le acarició el pelo como a ella le gustaba, con la yema de los dedos por el cuero cabelludo desde la nuca.
Ella se dio media vuelta, le dio un beso en la boca que le resultó pastoso y se deslizó suave por las sábanas hasta salir de la cama.
Mientras ponía la pava observó el desastre del living, un cenicero con puchos, el control remoto debajo de la mesa, papelitos de caramelos por todos lados. Por qué era tan desordenado.
Se puso a leer al sol. No lo esperó para el mate, total cuando por fin se levantara podría renovarlo y tomarían juntos otra ronda. Qué ganas de volver a desayunar con pomelo y tostadas. Hoy compro, pensó.
Advirtió la secuencia de pequeñas rebeldías a esa rutina de dos y entendió lo que estaba pasando: volvía a registrar su deseo. El suyo individual, fuera de la simbiosis.
No era el fin del amor, podía significar justo el principio.

Valeria Sampedro.
#microhistoriasdeamor