jueves, 26 de junio de 2014

Corona de Espinas

¿El ocaso de las Reinas de Belleza?

Maldito canon. Maldito tú eres entre todas las mujeres (y maldito el fruto de esa competencia feroz). ¿Qué otra cosa es un concurso de belleza sino la expresión más brutal y primaria de la mujer-cosa? La hilera de adolescentes desfilando, una detrás de otra, cada una con un número; envases en una cinta de montaje que las lleva, como en una fábrica –todas igualitas, muñecas hechas en serie- directo al mercado. Al “super” mercado de beldades.

90.60.90, el número de la Bestia.


Lo que sigue es la hipótesis de la decadencia. Algo debió lograr el feminismo en más de un siglo de lucha por una mujer sujeto. Es cierto, todavía hay muchos (casi un centenar a lo largo del país). Pero cada vez están más cuestionados. Y no logran la repercusión de hace algunas décadas, cuando la miss argentina llegaba a las tapas de revista y la ceremonia se televisaba con expectativa de Martín Fierro. Hoy, toda esa ristra de fiestas populares con una insólita variedad de elecciones de reinas de lo que se te ocurra, están seriamente en la mira. Ya no sólo de agrupaciones feministas, sino de organismos públicos e instituciones que empiezan a pensarlo como una forma de violencia.
“La belleza no es un hecho objetivable. Calificarla y organizar un escenario de competencia es francamente pavoroso” dirá Perla Prigoshin, abogada, psicóloga social especializada en género y titular de la Consavig, una comisión nacional que depende del ministerio de justicia y fue creada en 2012 para coordinar acciones contra la violencia de género. “Desde hace dos años mandamos cartas a los municipios, para la reina del calamar, del tomate, del durazno… es de lo más exótico, cuanto bicho, abrojo, planta o paisaje requiera ser promovido se arma una elección de miss algo. Es un paradigma cultural” volverá a indignarse en un rato.

De Concursos y otras Fealdades.
Llevaría demasiado espacio listar la cantidad de certámenes, fiestitas regionales y/o competencias pueblerinas que terminan con una adolescente coronada. Del Trigo, de la Cerveza, el Salame Quintero, la Peña, el Dulce de Leche, la Bagna cauda. En cada rincón del país sobreviven (triste hábito de federalismo). Con reglamentos que limitan la edad, la altura y hasta el estado civil de las participantes. Muchas veces promovidos por los mismos municipios y hasta con funcionarios públicos como parte del jurado.
En Bariloche, a las postulantes para Reina de la Nieve les dan asesoramiento estético y la ganadora debe comprometerse a cuidar su imagen. En Carlos Casares, provincia de Buenos Aires, a las chicas que se anotan para la Fiesta del Girasol, les advierten que no mientan, que la ficha de inscripción tiene carácter de declaración jurada y que antes de subir a la pasarela habrá control de datos, incluidas las medidas físicas. Los organizadores de la Fiesta de la Apicultura, en Entre Ríos juran que “se valora a la mujer integralmente, no sólo por su aspecto exterior” y plantean el evento como un “homenaje al género femenino”, pero una de las pasadas se hace en traje de baño. ¿Desde cuándo la abeja reina es una minita en tanga?
Mendoza es un caso aparte. Su fiesta de la Vendimia es la más tradicional de todas, con elección de Reina incluida obvio -¡se hace desde 1936!-. La edición 2014 volvió a ser noticia, pero por un escándalo. En realidad dos, que dejaron en evidencia el lado más rancio de esta clase de eventos. Primero, cuando las autoridades locales pretendieron destronar a la reina distrital de Campo Los Andes, Yamila Escudero, por haber quedado embarazada antes del final de su mandato –algo que el reglamento prohíbe expresamente-; y luego por una absurda “polémica” desatada cuando se supo que la flamante soberana de la Vendimia, Sofía Haudet, milita en una agrupación política.
Vamos por partes. El caso Yamila es el primero que llega a la justicia. La adolescente, de 18 años, presentó una demanda por daños y perjuicios e interpuso una medida cautelar que terminó con un fallo inédito en Mendoza: el juez ordenó al intendente de Tunuyán que pida disculpas públicas por el incidente. Carolina Jacky, abogada de Yamila nos dice que el reglamento debe ser reformado cuanto antes: “cláusulas como la que le aplicaron a Yamila son contrarias a la ley de violencia de género y a los tratados internacionales. ¡Pero si hasta les hacen un Evatest a las chicas para ver si es cierto que no están embarazadas!” confiesa con vergüenza ajena.

Mini nota con la Reina Militante:
-Sofía, ¿cómo llegas a la militancia?
Siempre me interesó lo social. Ya en la secundaria empecé a participar y  estuve a cargo de varios proyectos vinculados con la política. A mí no me convencía eso de “militar”, pero el año pasado  por casualidad un chico me hizo conocer “La Güemes” y me deslumbró. La manera en la que hacen las cosas es tan distinta y pasional que llegué para quedarme.
-Perdón pero, ¿una chica linda además piensa? ¿Y tiene compromiso político!?
Por supuesto! Gracias a dios estamos en una época donde los jóvenes buscan cambiar su realidad. Algunas personas creen que haber militado me condiciona para ser reina; los mendocinos somos muy conservadores, pero yo les digo que se queden tranquilos.
-¿Cómo ves la cultura de la imagen extendida a cada ámbito social en que nos movemos?
Creo que nuestro gran desafío como sociedad es dejar de idealizar la belleza. ¿En qué nos basamos para saber o decir quién es más bello que quién? ¿Cuál es el concepto de hermosura entonces? ¿Importa sólo lo exterior? Son preguntas que debemos hacernos.

Para Perla Prigoshin, la funcionaria de Consavig, “lo que demuestra el avance es que haya una reina que milite. No hay que detenerse en que la piba quiso participar en ese concurso o que soñaba desde chiquita con la corona… Esta es una lucha difícil, porque es contra un sistema cultural. Yo soy una feminista comprometida y cuando engordo dos kilos me vuelvo loca; trabajo todos los días para desarmar mis deslizamientos machistas. Todavía falta mucho, pero hemos logrado cosas.

Es una nenaaaaa!
Cinco años tenía Carola Krizak cuando en setiembre pasado,  la coronaron Reina del Capullo, en la Fiesta Nacional de la Flor. ¿Qué habrá sido de las otras quince nenas que “perdieron” el certamen? Seguro sus familias les explicaron que en realidad lo importante es lo de adentro.
Aunque con escasa prensa, y bastante menos tics y maquillaje que la versión norteamericana, acá también tenemos nuestras pequeñas ´miss sunshine´ adornando eventos regionales. Con  postulantitas que van de los 3 a los 8 años, según el caso. Hay miss Espiguita (una versión aniñada de la Fiesta provincial del Trigo, en Tres Arroyos); reina del Salmoncito en el municipio de Camarones, Chubut; mini reina de la familia en Miramar; pequeña miss Azahar, en Bella Vista; soberana pocket de la fiesta de artesanos de Trelew. Siempre así, en diminutivo.
En San Luis, por ejemplo, armaron este año un concurso de princesitas para celebrar el aniversario de la fundación de la ciudad de La Punta. Hasta ahí más de lo mismo, pero lo insólito es que las nenas ¡debían anotar sus medidas en el formulario de inscripción!
¿Qué medidas serán consideradas más adecuadas? -se pregunta el comunicado que envío con carácter de urgente la Consavig-, y sigue despiadado: “¿qué modelo de niña-mujer se está buscando y promoviendo? ¿Por qué los cuerpos de esas niñas y jóvenes deben ser expuestos y sometidos al escrutinio? ¿Por qué las chicas tienen que ser solteras? ¿Para quienes deben estar disponibles?”
Hay que decir que la provincia de San Luis adhirió el año pasado a la ley 26.485, que busca erradicar cualquier tipo de violencia. Pero las autoridades puntanas no se dieron por aludidas. El evento se hizo de todos modos, aunque sin elección ni jurado. Y todas se llevaron coronita.

¡A Despatriarcar!
En los últimos años, se multiplicaron las acciones contra este tipo de competencias consideradas, cada vez más, una práctica discriminatoria y sexista. Planteos judiciales que antes eran impensados, movilizaciones de grupos feministas, organismos gubernamentales que salen a concientizar y proyectos legislativos que buscan regular o hasta eliminar cualquier clase de fiesta que tenga a la mujer como una mercancía exhibida en el centro de la escena.
“Es necesario abordar la contradicción que se genera en muchos municipios o gobiernos provinciales, que en nombre de la tradición o la cultura popular sostienen y financian estas fiestas donde cosifican a la mujer exponiendo a jóvenes y niñas a un esquema simbólico denigrante y ficticio, mientras promueven políticas públicas en defensa, o protección de los derechos de las mujeres” exhortó hace poco Susana Diéguez, legisladora del Fpv a sus colegas cuando presentó en el recinto su proyecto para democratizar los concursos –varios- que se hacen en la provincia de Rio Negro. Implacable.
Pero si algo faltaba para abonar nuestra hipótesis de la decadencia de esta monarquía de banalidades es lo que pasó con la ganadora del Cola Reef 2013, el más cínico de todos, que elige al mejor culo del verano y nena, por favor date vuelta que no necesito verte la cara. Lis Moreno abrazó su ramo de flores y les dijo al oído a los organizadores que aceptaba encantada representar a la marca en toda Latinoamérica. Con la condición de no volver a exhibir el traste.
Valeria Sampedro
Publicado en la revista Sophia (junio/14)


martes, 24 de junio de 2014

Cynthia de la Vega, la reina destronada (por gorda)

Es mexicana, tiene 22 años, metro ochenta y en 2010 fue elegida la chica más linda de su país (Nuestra Belleza México), lo que suponía un pase directo a la competencia de Miss Mundo. Pero la organización azteca del concurso decidió quitarle la corona “por incumplimiento de sus obligaciones”. Léase: por gorda! Y mandó a otra representante al mundial de belleza.

-Cynthia ¿es cierto que te descalificaron por exceso de peso?
Así es, ante notario público. Por no haberme sometido a la dieta alimentaria y la rutina de ejercicios que tenía establecida. Creo que este tipo de concursos es sólo para mujeres que puedan aguantar críticas, regaños, desveladas, acciones despectivas, etc.

-¿Cuál era el sobrepeso que horrorizó al Comité de sanciones?
Estaba excedida 6 libras (2.7kg)

-¿No pensaste en ir a la justicia?
La verdad es que sí lo pensé, pero en México saben muy bien manejar los contratos y muchas veces desconocemos ciertos puntos pues lo firmas muy rápido al momento de ganar. Además, lo único que podía obtener si ganaba la demanda era ir al concurso del próximo año, que me devolvieran el auto que me había ganado y que me terminaran de pagar los meses que restaban porque el premio se divide en mensualidades como un trabajo, así que preferí sólo dar a conocer la verdad a la opinión pública.

-Después de esta experiencia, ¿Cambió en algo tu mirada acerca del canon de belleza?
No, sigo creyendo que la belleza es interior y que el parámetro que el mundo tiene de la figura corporal está distorsionado. No todas las mujeres tienen la misma complexión ni anatomía; yo estuve en el mundo de la moda desde los 16 años, estaba segura de mi misma y me encontraba en condiciones para representar a mi país. Lo mío fue una injusticia.

-¿Qué le dirías a una adolescente que sueña con ganar uno de estos concursos?
Que se pregunte para qué quiere ganar y si vale la pena hacerlo habiendo tantas otras cosas que hacen brillar a una mujer y realizarse.

Valeria Sampedro.

lunes, 23 de junio de 2014

Beyoncé, o la feminista reina del pop

Tiene una presencia aplastante y un puñado de canciones que se volvieron himnos feministas (aunque las viejas generaciones de mujeres comprometidas con la lucha por la igualdad de género despotriquen diciendo que la afroamericana representa todo eso contra lo que ellas pelean). 
La mujer más influyente del planeta (según la revista Time, ¡¿no será mucho?!), acaba de estrenar un videoclip que escandalizó al mundo fashion. Que va, al mundo entero. Se trata del tercer corte de su quinto disco “BEYONCE”. El tema es “Pretty Hurts”, o La belleza duele y resulta una crítica descarnada sobre los concursos de belleza. El video no tiene desperdicio. Aquí parte de la canción:

Mamá me decía: eres una chica hermosa
Lo que tengas en la cabeza no importa
Péinate, cepilla tus dientes
Lo que vistas es todo lo que importa
Solo otro escenario más
Esta vez voy a conseguir la corona
La TV dice: “mientras más grande, mejor”
Vogue dice: “mientras más delgada mejor”
Las sonrisas plásticas y la negación te pueden llevar muy lejos
Y llorarás cuando el contrato te señale en la oscuridad
Haz dejado un espejo roto
Y los fragmentos de una hermosa chica
La belleza duele
Es el alma la que necesita una cirugía
La perfección es la enfermedad de una nación


este es el link del video.
https://www.youtube.com/watch?v=AOHzGPvhkPY

sábado, 7 de junio de 2014

Croniquera de la calle.

Hay que empezar desterrando cualquier fantasía que se parezca a un aviso de desodorante, o peor, de toallitas femeninas. Eso de la ducha matinal, un desayuno a las apuradas, ¡taxi!, la falda al viento, chatitas, bandolera, un touch de labial y, anotador en mano, la primicia. Puaj!!
Yo transpiro.

El periodismo tiene más estereotipos que mística. La realidad suele ser demasiado cretina para mi máscara de pestañas smoky extravagant. Y si no, esperá que el termómetro marque 37º de térmica y a tu productor se le ocurra que vayas a “hacer calor”. Si el periodismo fabrica realidades, yo debo admitir que hice el calor con más frecuencia semanal que el amor. Conozco cien tipos que fuman y usan anteojos con marco grueso pero nunca vi a ningún Rodolfo Walsh. Quien diga que cada nota es un reto, miente pensando en el Martín Fierro. Y ya que estamos, laburar en televisión te da canjes pero te adosa un montón de prejuicios ajenos por alguna razón que asocia maquillaje con superficialidad.

“Ustedes no tienen horario, ¿no? Te llaman en cualquier momento y salís corriendo.” “Sos más linda personalmente.” “¿La ropa te la dan o la comprás?” “¿Cómo es Santo?”

Ahora mismo, a cara lavada, descalza y en piyama, disfruto de estar escribiendo. Digan lo que quieran, pero también me puedo ganar el sueldo en medibacha. Y acá estoy pensándome y pensando sobre la necesidad que un día tuve de asumir el compromiso. No, esta línea no debería estar. Suena medio grandilocuente. Lo que quiero decir es que quise tomar partido. Durante años la versatilidad me resultó un mérito –la chica simpática de la temporada en Mar del Plata, cronista imparcial de las movilizaciones a Plaza de Mayo, indignada con el aumento del tomate, comprometida cada 7 de agosto: señora, ¿viene a pedir o agradecer?-, pero de golpe se volvió nociva.

Garabateando en mi cuaderno Gloria apareció una idea, la de una Mujer Sujeto que reaccione al bombardeo de tips, a los consejos para disimular los rollos en la cama y a saber si conviene o no tener sexo en la primera cita. En terapia esto sería catarsis, pero al colectivo feminista le gusta hablar de "empoderamiento". Empecé a escribir para un portal femenino; es decir, machista (je). Mis notas le peleaban protagonismo a las cirugías de las celebrities, al bikini bridge y lo último en cavados para atraer todas las miradas de la playa. Aprendí que si usaba la palabra clítoris, la nota ranqueaba mejor. Y así como los músicos mencionan a Pugliese, a mí me funcionaba mucho poner “Rampolla” y “masturbación”.

Tengo comprobado que causa cierto espanto declararse feminista. Por las dudas, yo digo que lo mío es conciencia de género. Nada de andar quemando repasadores porque cuando volves a tu casa después de nueve horas, tu hijo te pasa la factura y se aferra a la niñera como si fueras una extraña, mientras tu marido, moderno y colaborador, te pide que le alcances algo fresco, que está cansado. Que porfa por esta vez cambies vos los pañales, que él después levanta la mesa y saca la basura. Ojo, que entre mis descubrimientos menos pensados está el de la cocina. Pasé de los fideos con aceite y el medio tomate pudriéndose en la heladera, a la reivindicación más fundamentalista -como buena conversa-, casi militancia de la vuelta de la mujer a las ollas y sartenes. Es más, hoy mis canales favoritos, le confieso Santo, no son ni TN ni Canal 13 sino… Utilísima y Gourmet.

Pero hay días en que el ´empoderamiento` se apodera por completo de mí y no tolero ningún atisbo de machismo. Ni que me cedan el asiento en el subte, guay que intenten cosificarme con un piropo por la calle y ni hablemos de que un idiota al volante me mande a lavar los platos. Esos días, en casa pedimos delivery.
Me acuerdo de un informe que propusimos junto a una compañera del canal hace algunos veranos: “Sin tetas hay paraíso”, donde cuestionábamos el presunto ideal de belleza y proponíamos asumir e imponer el escote chato. La nota  planteaba un desafío doble: concientizar al macho argentino de que el tamaño (el nuestro, claro) no importa y colar la palabra tetas en Telenoche. “Lo que irrita es la exaltación de la imagen. Lamentablemente la mujer sigue siendo objeto” me dijo hace poco la colega Dionisia Fontán, con sumo cuidado para no pincharme el globo de mi reciente militancia. Una pionera Dionisia. Fue la primera en tener una columna dedicada a La Mujer, en la revista Siete Días. Y ya se quejaba porque las periodistas quedaban relegadas a temas femeninos –nada de política o economía-, notas sociales y temas hogareños, cuidado de las plantas, puericultura, asuntos de belleza. Estamos hablando de una época en la que las mujeres –atenti con el dato- firmaban sólo con sus iniciales en los principales diarios, a diferencia de los periodistas hombres que figuraban con nombre y apellido. Años setenta, no 1810.

Cuarenta años después, la temperatura en radio parece ser un dato reservado exclusivamente a las locutoras, junto con la lectura de mensajes de los oyentes (¿por qué no habrá hombres al micrófono que nos hagan las PNT?). Y está lleno de programas de televisión con “secretarias” cuyo único rol es alcanzarle al conductor una bandeja o sostenerles el micrófono, ahí paradas sonriendo, estáticas, como un adorno en la pantalla. Eso sí, entre tanto panelista que opina sobre todo -desde el romance Wanda Nara-Icardi hasta del colapso energético, pasando por lo bien que le quedaron las lolas a Vicky Xipolitakis- se reservan un informe para la mujer golpeada del día. Suena horrendo pero la violencia de género se puso de moda y muchos incorporan el tema como parte del show, banalizándolo por completo. Eso, se llama espectacularización de la noticia. Uy, me enojé y me fui para otro lado…

Pensaba que la nota más osada que hice fue una que cuestionaba esa pátina que lo tiñe todo de rosa en las revistas femeninas. El problema es que había sido  escrita nada menos que para una publicación hecha en letras de molde fucsia, las editoras se sintieron aludidas y decidieron bajarla. Una lástima, la autocrítica me parece siempre el mejor punto de partida. Por eso decía al principio eso de que hay que sacudirse la mística. Esta iba a ser una crónica del día a día de una periodista en su trajín cotidiano de salir a buscar y contar las noticias. No me salió escribir sobre cómo peleo cada nota y que amo lo que hago y que lo sigo eligiendo cada día. Salió esto, una crónica en pantuflas. Ni siquiera una crónica.

Valeria Sampedro.
(publicado en Revista Sophia / marzo 2014)

martes, 3 de junio de 2014

Salvarse a las piñas

Fue víctima y testigo de la violencia doméstica. El boxeo le dio la posibilidad de defenderse. Mónica "la gata" Acosta un día se calzó los guantes y terminó convirtiéndose en campeona del mundo. ¿Cuánto hubo que soportar para llegar a ser la mejor de todas?


Pongamos que fue un cross directo al entrecejo. El pibe aturdido, descolocado que entiende por un segundo que él –el aprendiz de macho golpeador- es el golpeado. Ella que se acaricia el puño, y contiene en una mueca la sonrisa, porque sabe que esta mínima revancha es sólo el comienzo.



Defenderse a las piñas. Golpear para que dejen de golpearte. Poner el cuerpo para acabar con la violencia. Mónica “la gata” Acosta hizo todo eso y descubrió en el boxeo algo más que una trinchera. “Creo que empecé a boxear para devolver con la misma moneda, sí. Al principio, cuando me subía al ring, pensaba en situaciones que me tocó vivir y decía ´vos vas a pagar´. Canalizaba ahí todo mi odio.”
Para ella los hombres eran todos iguales. No había conocido otra cosa. Un padre golpeador. Un cuñado violento. Un novio machista, cobarde, maltratador. “A los 14 años me puse de novia, fue mi primer amor adolescente. Al poquito tiempo empezó la agresividad. El se volvió posesivo, celoso y yo me sentía culpable. No fui al viaje de egresados, dejé de estar con mis amigas. Pensaba que cediendo iba a lograr que él cambiara, pero no. En realidad él iba ganando terreno. Cuando cumplí los 15 me fui de casa y entonces me tomó como si yo fuera de su propiedad; empezó a manejarme completamente. Tenía que pedirle permiso para todo, era un carcelero”.
La cuestión es que un día Mónica se calzó los guantes, y no para lavar los platos. En terapia esto sería sublimación, pero al colectivo feminista le gusta hablar de "empoderamiento". Si cada piña le significó una reparación, cuánto debió haber sufrido esta mujer que muestra dos cinturones de campeona del mundo en la categoría superligero (AMB y CMB), que en el ring es “la gata" y que a los 34 años acumula 52 peleas, 19 de ellas como profesional y está invicta, con 17 ganadas, tres por KO, dos empates. Ni una derrota.
-¿En qué momento se te ocurre que el boxeo puede ser tu manera de salvarte?
En realidad ya llevaba casi seis años de noviazgo, y mucho tiempo de maltrato, cuando empecé a boxear. El me agredía por cualquier cosa, por mi manera de vestirme, de hablar, de peinarme, por mi forma de ser. Me llegó a pegar con el puño cerrado, patadas, tirones de pelo. Según el lugar y el motivo que destara la pelea, era el castigo. Gracias al boxeo pude armar mi propio escudo, plantarme y decir ´vos a mí no me tocás´. Y eso fue liberador.
-¿Qué te hizo decir basta?
Fue durante un impasse en la relación que, por un tema físico mío, arranqué en el gimnasio. Al poco tiempo volví con este pibe, y un día que de nuevo estábamos discutiendo y me agredió, yo le puse una mano en medio de los ojos. El se quedó helado. En ese momento entendí que yo podía defenderme y mi cabeza hizo un click. No pasó mucho hasta que lo dejé definitivamente. Fue la única vez que me pegó en la calle, al punto que casi quedo desvanecida. Cuando salí del trabajo me estaba esperando, había gente delante y no le importó nada. Un policía que vio la paliza me salió de testigo y logré una prohibición de acercarse. Tuve que luchar mucho, incluso contra mis propios impulsos, para no ir a buscarlo… para no volver con él.
-¿Qué pasa con la feminidad de una boxeadora?
A mí me gusta quedar marcada en un guanteo. Me gusta la marca, me apasiona. …….Mi manera avasalladora de ir al frente y aguantar hasta el último round es una característica propia. Pero después me gusta estar bien arreglada, incluso con ropa exuberante. No me siento para nada una machona. Es más, creo que todas nosotras para subirnos al ring nos preparamos, además de físicamente, el peinado, la ropa, y cada detalle estético.
-¿Qué tiene este deporte que logró cambiarte la cabeza?
A mí me permitió salir adelante. El boxeo me brindó el apoyo y la contención que había perdido. Creo que también fue el hecho de soñar que se puede, estando en lo más bajo, llegar a lo más alto. Y saber que dependés de vos, que es con tus fuerzas, con tu valor, eso levanta la autoestima. A mí me costó mucho creer que era posible armar mi propia familia, tener un hogar basado en el amor, donde no haya violencia. Después llego Lautaro (su hijo) y Roberto (Arrieta, campeón sudamericano superpluma)
-Y te fuiste a buscar un marido boxeador…
A Roberto lo conozco en un gimnasio, en un cambio de técnico. A él nunca le gustó el boxeo femenino. Sin embargo, al verme golpeando una bolsa muy dura, me dijo: ´por fin viene una mujer a la que le gusta trabajar en serio´. Me tocó el ego… Era el mejor piropo que podía decirme!


Valeria Sampedro.