No se cómo
pasó. Ni qué fue primero, si la empatía o la curiosidad. Pero un domingo hace
poco, un domingo de esos en los que te la pasas tirada en el sillón, chocolate,
zapping, siesta, de pronto me encontré chateando con una ex. Mejor dicho, una
ex de mi ex.
Nos
conocíamos apenas de las redes, sabíamos la una de la otra, manteníamos una
distancia higiénica, favearnos de vez en cuando, una vez me había contactado
por laburo y no mucho más, pero esa tarde de domingo nuestro chat ardió. Ni se
les ocurra delirar una historia erótica. Lo más cerca que estuvimos de eso fue haber
compartido el mismo sommier en distintos momentos de la vida.
-Hola!
Gracias por escuchar el material. Fueron días intensos, me separé”
-… (ni se me
ocurrió decirle que ya estaba enterada porque la había stalkeado recientemente)
-me tomé
vacaciones y estoy tratando de descansar. No quiere verme, ni me habla. Viste
cómo es él...
A veces la
sororidad puede volverse una trampa. (Sororidad: del latín Sor, nada que ver
con la religión sino con la idea de mujeres hermanadas bajo una misma causa,
pongamos la lucha antipatriarcal). Ese mandato solidario supone un pacto que
nos pone a salvo, sabemos que ahí donde otros ven una rival, nosotras tenemos una
aliada.


Por supuesto
que hay excepciones y si vas a hacerte amiga, que sea con la ex de tu actual.
Llegué a comprarle la parte de un auto que era bien ganancial, hemos compartido
fiestas escolares, campeonatitos de fútbol, ronda de mate en plan familia
ensamblada y cada tanto hasta nos cuida al nene para que podamos salir con mi
marido, cuando nos falla la niñera.
Creo que a
esta altura ya podríamos armar un club. El Club de las Ex. ¿La sororidad no era
esto?
Valeria Sampedro.
Nota publicada en Revista ParaTi el 25/3/17
Desopilante
ResponderEliminar