sábado, 24 de diciembre de 2016

El acosador, ¡acosado!

En el último mes, dos compañeros de trabajo se me acercaron desconcertados a contar sus anécdotas de presunto acoso. El primero de ellos, inofensivo piropeador serial, estaba de guardia periodística en Comodoro Py cuando vio pasar a una treintañera de andar sinuoso y le dijo con su voz más cautivante “qué linda estas”. Jura que tragó saliva cuando la vio volver sobre sus pasos. La rubia se bajó los lentes oscuros a mitad de la nariz, lo miró directo a los ojos y le dijo: Esto es acoso, te voy a meter una denuncia. Algo similar describió otro colega que vino con genuina preocupación a que le explique cuál es la palabra, el gesto o la circunstancia en el cortejo casual callejero –nunca consensuado entre las partes- que lo puede volver un depravado; y recordó la tarde, no hace mucho, en que una piba le gritó ¡Ni Una Menos! por toda respuesta al “Se te cayó un pétalo”. 

Vaya postal de época en tiempos de revolución feminista: el acosador, acosado. Puesto sobre las cuerdas ante el más mínimo intento de dominación. Convengamos que el varón capaz de seguir diciendo semejante cursilería casi que se merece la denuncia, más por anticuado que por machista, pero aquí venimos a hablar de otra cuestión.

Guarda con la burocracia del piropo. Entre el empoderamiento y la sobreactuación pueden votarte una ley. Es lo que acaba de hacer la Legislatura porteña con la incorporación del acoso sexual como figura punible en el Código Contravencional. Una especie de nomenclador de hostigamientos que establece penas para todo. Allí donde no se configuraba un delito penal claro, ahora aparece la contravención como alternativa de castigo, con multas que van de 200 hasta 1000 pesos y trabajo comunitario para el machito que venga a pasarse de vivo. ¿A partir de qué clase de grosería ya puedo denunciar? ¿Habrá acarreo de acosadores a algún playón de la ciudad? ¿Sabrá el tarado que me apoyó en el subte la semana pasada que me está debiendo mil mangos? ¿En qué quedó lo de los vagones rosas? Aquel proyecto fue otra muestra demagógica de exaltación feminista, amontonarnos a las mujeres en furgones diferenciados con la excusa de protegernos. Como esa iniciativa no prosperó, arremetieron con la cacería de sátiros. 
Cuántas de ustedes se imaginan haciendo uso de la contravención sexual. A que ninguna se ve una mañana llamando a la oficina “Chicas, avisen que llego un poco más tarde, un tipo me dijo de todo en la parada del colectivo y me vine a la fiscalía a denunciarlo”. Por lo menos yo, no quiero perder mi tiempo llenando formularios e intentando probar que un tipo se me acercó más de la cuenta, o que su pretendido halago me resultó asqueroso, ni tengo ganas de andar convocando testigos por la calle para mensurar si lo que dijo el operario aquel que me haría es o no una contravención, todo para que armen un expediente y dos años después le digan al señor que vaya a cortar el pasto a Plaza Francia.

No comparto que la persecución del piropo sea un primer paso. Si hay una cultura del hostigamiento, no se va a erradicar mandando a hacer trabajo comunitario a los varones. Educarlos, puede ser una mejor opción. Qué tal si hacemos una escuela para machos.


Valeria Sampedro.
Nota publicada en revista ParaTi, el 23/12/16

martes, 8 de noviembre de 2016

El marketing del feminismo

Friditas por todos lados. Muñecas, almohadones, carteritas, macetas, fundas de celular. La nueva ola feminista tiene ya su versión marketinera con Frida Kahlo a la cabeza como ícono de lucha y ofrece merchandising para todas y todas: fondos de pantalla, botones, billeteras, mates, posavasos, ¡hasta zapatillas! Su imagen se multiplica estampada en un catálogo infinito de clishés. No voy a permitir que el fenómeno comercial banalice mis convicciones, pero debo confesar que esas chucherías, las tengo casi TODAS.

¿En qué momento me convertí en una militante fashion? Me lo pregunto con auténtica curiosidad y cierto enojo. No es que la zapoteca no tenga mérito. Una mujer atravesada por la tragedia; cuerpo frágil, mente brillante, rebelde, desprejuiciada. Encima artista, bisexual y fea. Fui devota de Frida incluso antes de volverme feminista, mucho antes de ensayar dejarme el bigote. Devoré su biografía, estuve en la casa de Coyoacán cuando a los veinte me fui de mochilera a recorrer México, me volví fan de sus cuadros, pinté mi habitación de ese azul soñado. Pero un buen día, hace poco, de golpe me vi rodeada por la industria feminoide. Imanes, agendas, latitas, espejos. Ver a Frida, a mi Frida convertida en Che Guevara me dio pena, pena por las que no entendimos nada.

Una se compra encantada la taza ´We can do it!´ y hasta se pone a ensayar el corte de manga frente al espejo -todo tal cual, camisa azul arremangada, vincha roja, la firmeza del puño cerrado-. El desafío es cuánto más allá de la selfie somos capaces de llevar la pose aguerrida. Con la militancia convertida en objeto de consumo, el compromiso se juega en las remeras como máxima expresión de poner el cuerpo.

Una remera que diga.

Yo elijo cómo me visto y con quien me desvisto

Somos las nietas de las brujas que no pudiste quemar

Disculpen las molestias, nos están matando

En tren de iconografiar la lucha podes encontrar banderas, musculosas, prendedores #Niunamenos (lo último es el café NUM que ofrece el bar Varela-Varelita con el dibujo hecho espuma a tope del pocillo); pañuelos verdes de la campaña por el aborto legal, seguro y gratuito; avatares de mujeres maravilla, chicas superpoderosas, blancanieves con pasamontaña. Acaso exista un marketing del empoderamiento, es probable. Sumale a eso que la era tuiter propicia la liviandad del decir-repudiar-opinar-escrachar-militar desde un teléfono. La resistencia en un click. Pero se sabe también que las redes hoy son capaces de mover el mundo y sacar una multitud a la calle, a pesar de los trolls. 

De vez en cuando pasa. Las consignas de las remeras se vuelven grito, los pañuelos verdes logran sacar a una piba de la cárcel, la pilcha se tiñe de negro convertida en uniforme de luto y las chicas superpoderosas se encarnan en un ejército de mujeres capaces de parar el país por un rato. Para que nos vean, para que nos escuchen, para que nos presten atención. Estoy segura de que esas también son las friditas que supimos conseguir.


Valeria Sampedro.
Nota publicada en la Revista ParaTi (4/11/16)

lunes, 31 de octubre de 2016

Feminismo Gonzo: mi temporada libre de violencia estética

La primavera acecha con sus primeros calores y pone bajo la lupa toda mi construcción ideológica contra la cultura patriarcal que nos quiere flacas, magras y en lo posible ¡depiladas! Una se propone resistir, con determinación y hasta con altanería, pero lo que nadie sabe es que cuando llegas a tu casa corres al espejo más grande de la habitación a chequear qué tan fláccida te dejó la convicción de no someterte al mandato.

Venía madurando la idea: los centros de estética empiezan su trabajo fino en septiembre, justo a tiempo para llegar al verano sin estrías. Promociones de tratamiento intensivo, financiado en 12 cuotas y volver a empezar, cada año un poco más viejas, un poco más afuera de la gran feria de las que están buenas, diría mi gurú Virginie Despentes. 

¿En qué momento ingresé el mailing de las esclavas de la apariencia?

Decidida a frenar esta tendencia disfrazada de vanguardia que busca convertirnos en “Its Girls” -cien años de lucha por la emancipación para que ahora vengan a decirnos que está de moda ser chicas-COSA?!- me propuse una temporada libre de violencia estética: ningún método invasivo que pretenda alterar mi bella naturalidad: no peluquería, no gimnasio, no cremas antiarrugas, no manicura, NO depilación. Una especie de feminismo gonzo para desafiarme a ver qué tan lejos soy capaz de llegar. Sólo conservé la sana costumbre del push-up. Por lo demás, había conseguido mantener la moral intacta; el andar liviano de quien logra despojarse del afuera, enorme gesto si se tiene en cuenta que quien escribe esta columna trabaja en televisión y sabe que parte del oficio es ser mirada. Aprendí a pasear el bigote castaño claro sin complejos, una pelusa que no le hace justicia a Frida aunque intenta homenajearla (en tiempos HD un pelo en el bozo resulta una auténtica provocación, puede costarte el Martín Fierro); la panza rolliza, los muslos abstinentes de centella asiática. Copa de malbec, quesito, aceitunas y sobredosis de series. Al cabo de unos días una empieza a comprender que lo importante es subdérmico. Claro que no es lo mismo militar esta causa en invierno, con el pantalón de gimnasia convertido en segunda piel. En ese sentido el frío puede volverse un aliado de la causa. Sin embargo.

Con el termómetro por encima de los 20 grados la mirada de los otros reaparece implacable para examinar los estragos de esta militancia antiestética... y yo con las axilas en flor. Parada frente al espejo en plena encrucijada: ¿Estoy dispuesta a montar otra vez la maldita cinta que sólo conduce a la frustración de quemar 75 calorías (hace media hora que estoy trotando y sólo bajé una manzana!)? Cuánto falta para quedar tendida en una camilla con las piernas abiertas de par en par, entregada al flagelo tentador de la cera negra. 

Ni moral, ni moraleja. Mi experimento no merece ser entregado a cambio de un piropo, por supuesto que no. Lo cual no implica una pequeña licencia estacional, que me permita andar en bikini por la playa este verano, en un gesto de elegancia y conciencia social.



Valeria Sampedro.
Nota publicada en el blog "Damiselas en Apuros" 30/10/16
http://damiselasenapuros.blogspot.com.ar/

sábado, 23 de julio de 2016

Mi vida como doméstica

La emancipación tiene una pena. Un castigo, me refiero, que no figura en el Código Civil y que –dicho sea de paso- de civilidad no tiene nada. La mentira más grande que nos regaló el feminismo (llamémosla utopía) es la presunta igualdad entre varones y mujeres. Ese grito de guerra que nos fortalece en las trincheras (WeCanDoIt!) puede convertirse también en una trampa agobiante. Creernos capaces de hacerlo todo, el lado oscuro del empoderamiento.

Es cierto que las minas hemos ganado terreno en el ámbito laboral, salimos a demostrarle al mundo que somos capaces de casi todo: jugar al fútbol, arreglar cueritos, diseñar edificios, manejar un taxi, ser jefas además de secretarias. Ponemos el cuerpo, metiendo horas y fuerza de trabajo a la maquinaria capitalista, pero cuando se termina la jornada y te sacas el maquillaje, no te esperan las pantuflas ni el control remoto sino las hornallas, ansiosas de que por fin conviertas ese departamento frío en un hogar. Porque esa casa en la que no estás sola, sino que compartís con otros seres humanos, entre ellos tu marido, mantiene con vos una relación de enfermiza dependencia. La organización completa de la familia tambalea el día que no estás. Compras, comida, tarea escolar, trámites, ropa sucia, todo tuyo. Ahí sí nos regalan el cargo de JEFA. Jefas del hogar. Amas de la casa. Domésticas, bah.

En este punto conviene aclarar que quien suscribe tiene una empleada-niñera-señora-que-ayuda-en-casa. Y aunque resulta un verdadero alivio, no alcanza. Mi lista de asuntos pendientes excede largamente las 8hs. remuneradas de Ángela. Y además, a mí ese laburo no me lo paga nadie.

Años de terapia y la culpa intacta. Militar la igualdad, tuitear con furia antipatriarcal y tener que plantar la bandera feminista en el umbral de casa. En el palier. Para dejar las bolsas del súper en el piso, buscar la llave y entrar al departamento a las corridas. Son las siete de la tarde, acabo de pasar por el chino y todavía ni sé qué voy a cocinar esta noche. Mi hijo reclama su baño de inmersión, abro la ducha, me seco las manos mientras descongelo unos churrascos y me agendo que mañana tengo turno con el ginecólogo. Mi día arrancó hace 14 horas, la siesta te la debo, es jueves y a este ritmo no estoy segura de llegar viva al fin de semana.

¿Dónde está escrito que soy la responsable si se acaba el detergente? ¿En qué manual se detalla que el cuaderno de comunicaciones lo revisa mami? ¿El reglamento de copropiedad dice expresamente que la mujer es la que paga las expensas? La farsa esa de Juntos a la par sólo aplica a los primeros años de pareja, mientras dura el enamoramiento. Después, a matarse a ver quién lava los platos. Y si tenemos la suerte o el mérito de haber elegido un compañero voluntarioso, nos rendiremos a sus pies al primer “te” saco la basura y sentiremos que de algo sirvió la lucha.

El tema es que la nuestra es una emancipación negociada. Lo entendí el otro día cuando, en un arrebato de entusiasmo decido ir al teatro con amigas. Me sobrepongo al cansancio, tacos, jean, una blusa y labios color carmín. Diosa. En casa queda mi marido que, por hoy, hará de niñero. “Todo bien amor, diviértanse. ¿Qué nos dejaste de comer?”.

Lluvia de chanes. Cruzo el umbral, la bandera violeta aún flamea sus principios de igualdad en el palier. De golpe me siento empoderada: “No dejé nada mi vida, no puedo con todo”.
I CAN`T DO IT!

Valeria Sampedro
(Nota publicada en la revista ParaTi el 22/7).

viernes, 24 de junio de 2016

La carta de "Belén".

Hola a todas las mujeres luchadoras y a toda la gente que me acompaña en este momento. 
Quiero expresarles mi agradecimiento por hacer que mi lucha sea de todas ustedes. Gracias por defenderme, por hacer que mi voz y mi verdad se escuche.
Yo estuve callada durante dos años. No me animaba a hablar. Tenía miedo. Me habían dicho que me darían perpetua. Me condenaron solo por dichos, por ser humilde, por ir al hospital, por no tener plata para ir a una clínica y pagar una buena defensa. 
Desde el 21 de marzo de 2014 que no vuelvo a mi casa, que no veo a mi familia, me privaron de muchas cosas. Solo quería que me ayudaran y terminé presa, rodeada de policías y dedos acusadores. Dos años y tres meses lejos de mi casa, me arrebataron mi vida!
¿Nadie se preguntó cómo me sentía yo esa noche? Me acusaban y me preguntaban si yo me había hecho un aborto. A mi mamá también la trataron mal. A nadie le importé yo. Es una ignorante, no sabe nada dijeron seguro y me condenaron junto con la policía. Después también me condenó la justicia aunque yo les dije que no hice nada, que no maté a nadie. Yo ni sabía que estaba embarazada. Lloro por la injusticia que vivo. Pero estoy tranquila, se que habrá justicia para mi ahora estoy mas fuerte, más tranquila.
Jamás le hice daño a nadie, jamás robé, jamás maté, no consumo drogas. Soy una mujer que toda su vida trabajó. Siempre hice las cosas que debía hacer.
Estoy eternamente agradecida con todos los que me están ayudando a que mi voz se escuche. Desde este lugar les mando mis abrazos y mis saludos. Me da mucha alegría que no estoy sola.
Gracias y mil gracias para todas las mujeres. Luchemos entre todas y que se nos escuche para que no haya más mujeres presas por aborto. Ahora su lucha también es mi lucha.

Saludos y mis afectos para ustedes “Belén”

--

Belén tiene 27 años y está presa desde hace mas de dos años por un aborto espontáneo.
Llegó al hospital Avellaneda de Tucumán con dolores abdominales y salió de allí detenida, acusada de homicidio agravado por el vínculo (acusada de haberse provocado un aborto). En lugar de asistirla, fueron los propios médicos los que la denunciaron. Y le plantaron un feto encontrado en el baño del hospital asegurando que se trataba de su bebé, aunque jamás se ordenó una prueba de ADN. Jamás la escucharon. En abril de este año un tribunal la condenó a 8 años de cárcel.
Somos muchas las que desde distintos espacios nos movilizamos para reclamar su libertad.
El domingo 19/6 hablamos del caso "Belén" en el programa que hacemos con Marcela Ojeda en radio nacional (Mujeres..¡de acá!). Hablamos con Soledad Deza, su abogada quien nos gestionó la palabra de Belén desde prisión. Esa es la carta que nos escribió.

domingo, 5 de junio de 2016

#ArgentinaCuentaLaViolenciaMachista

Porque necesitamos dimensionar el problema de la violencia machista en nuestro país.
Porque no hay estadísticas oficiales.
Porque no sabemos cuántas, aunque suponemos que somos muchas las que sufrimos algún tipo de violencia.
Porque la encuesta es anónima y se completa fácil.
Porque lo difícil es enfrentarnos y remover esa violencia que en su momento negamos o teníamos naturalizada.
Porque ninguna violencia ejercida hacia una mujer es natural.
Porque dijimos #BastaDeFemicidios y ahora vamos por más.
Porque ya no nos callamos.
Porque queremos hablar, decir, gritar.
CONTÁ LA VIOLENCIA MACHISTA.

Tomate diez minutos y completá la encuesta. Entre todas vamos armar el Mapa de la Violencia.


#NiUnaMenos

sábado, 21 de mayo de 2016

Mis 40

Se ha dicho hasta el cansancio que hoy los 40 son los viejos 30 así que esta columna no tendría razón de ser, si no fuera porque cuando salga publicada estaré soplando una torta incendiada (adoro poner la cantidad correspondiente de velitas, cada vez). La treintañera que fui dará la bienvenida a la señora de las cuatro décadas como vocifera Arjona, enemigo público desde que escribió esa letra dedicada a las que todavía menstruamos, pretendiendo homenajear al género y resultó ser un asco de canción. 

Decía, no está nada mal la jactancia de la madurez. La idea de una mujer adulta, todavía joven pero con las marcas de la experiencia encima, el sex appeal intacto, los prejuicios ya tirados a la basura, el colágeno resistiendo con aguante la firmeza que aún queda en pie. Y el gimnasio (o el yoga en mi caso) como aliado para trabajar aquellas partes que empiezan a caer por el peso de los años.
Aquí no hay crisis, pues. Apenas un inventario de estos 14 mil seiscientos días. Y un brindis, por otros tantos que vendrán. Sin escenitas, ok. Pero hay que asumir que a esta altura existe una lista enorme de cosas para las que una ya está grande. Por lo pronto, la mini y la remera stone con el ombligo al aire irán a parar al canasto de los disfraces, junto con el jean nevado. Eso sí, las All Star no me las saca nadie, digan lo que quieran. Ni el grupo de guasap de las pibas, mi último bastión adolescente.
El dilema, hoy, pasa más bien por las canas. Un puñado de mechas grises empieza a asomar al costado de mi flequillo. Pura apariencia, adentro el espíritu está intacto. Pero debo decidir cuanto antes si me las dejo hasta lograr un platinado a lo Beatriz Sarlo o saco turno con la colorista. Otra decisión inminente es si empiezo de una vez con las cremas antiage. Hasta ahora no había tenido constancia, tampoco necesidad. A los 35 empecé a comprar algunas para ir testeando –contorno de ojos, loción repairing skin con liposomas, gel “expression wrinkles control” de comisuras, leche hidrodesestresante para el cansancio facial-, pero los ungüentos se acumularon hasta vencer y hoy forman parte de un cementerio de potes al fondo del vanitory. Sólo la impunidad de la juventud puede permitirse esa desidia. O el feminismo militante.
Me llegó justo a tiempo esta efervescencia de lucha antipatriarcal. ¡Abajo los estereotipos de mujer barbie! Aca estamos las mujeres reales, falladas, estriadas, celulíticas, arrugadas. Si no, comprensé una inflable. Nada de pociones mágicas, suplementos dietarios, sesiones de rejuvenecimiento. Así que cortenlá, centros de estética, con llenarme la casilla de flyers, promociones y descuentos, ahora que se enteraron que acabo de cruzar el umbral de la mitad de mi vida. No estoy dispuesta a gastar los ahorros y lo que queda de mi tiempo en hacer desaparecer un rollo, levantar los pómulos o endurecer mi trasero. Porque, como dice Ricardo, detrás de la grasa abdominal se esconde la amalgama perfecta entre experiencia y juventud.


 Valeria Sampedro.
(nota publicada en ParaTi el 20/5/16)

viernes, 8 de abril de 2016

La rebelión de las princesas.

El imperio de la belleza las coronó, pero ellas dicen no necesitar coronita. No a cualquier precio. La batalla que desde hace años viene librando el feminismo para poner fin a los concursos de belleza, suma ahora nuevas aliadas ¿De qué manera se reinventa el mercado de la belleza, cuando la monarquía parece a punto de caer?

por Valeria Sampedro (para Broadly en español)


Princesa indignada evalúa hacer juicio a quienes la destronaron por “gorda”. Una reina se embaraza desafiando la cláusula que se lo prohíbe expresamente por contrato. Aspirante a miss rapa su cabeza dispuesta a quebrar el arquetipo Rapunzel. Concurso de culos aterciopelados, al borde de la cancelación por un escrache feminista. Algunos ejemplos. Un puñado de anécdotas convertidas en noticias insólitas por los diarios de turno; quién podría imaginar que una barbie de carne y hueso (o viceversa) fuera a rebelarse ante el patriarca. Subidas a los stilettos, sosteniendo pancartas contra la cosificación. ¿Despecho o ideología? 
Creo que nuestro gran desafío como sociedad es dejar de idealizar la belleza. ¿En qué nos basamos para saber o decir quién es más bello que quién? ¿Cuál es el concepto de hermosura? ¿Importa sólo lo exterior? Son preguntas que debemos hacernos”. Lo dice una morocha argentina de tremendos ojazos verdes, Sofía Haudet, 20 años, reina de la Vendimia 2014 devenida militante de una agrupación política. A siete mil kilómetros de distancia, la venezolana Eva Herbert, mannequin y autoproclamada feminista admite: “No es fácil leer a Germaine Greer y Simone de Beauvoir, autoras que explican cómo el cuerpo de la mujer ha sido convertido a lo largo de la historia en objeto mercantil, sexual y propenso a abusos mientras tú has sido imagen de un sinfín de marcas en trajes de baño, photoshopeada y siempre expuesta a la mirada de los demás”.La presunta contradicción corre por cuenta de quienes todavía creen que la lucha por la igualdad de género se pelea con el bozo sin depilar. A ella, con eso no. “Si te soy sincera –continúa Eva-, en algún momento llegué a confundirme, pero de pronto apareció la respuesta: ¡porque me da la gana! Soy feminista y modelo por dos razones: porque quiero y porque puedo. Yo tengo muy claro quién soy y no considero que por eso lleve una doble vida”.
Guarda si una chica linda, encima se empodera.

Algo parece estar ocurriendo en el reino de las coronas de espinas. “No sé si hay menos cantidad de concursos pero sí creo que han ido perdiendo importancia y cada vez se los cuestiona más” sostiene Cristina Zurutuza, integrante del Consejo Consultivo del Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de las Mujeres (CLADEM). Para ella, sólo el hecho de que exista un concurso ´de belleza` es discriminatorio en tanto se resalta la belleza en contraposición de la ´fealdad` y se cosifica a las mujeres por un atributo aislado; aunque pone en discusión la idea de estar ganando una batalla: “Ahora los realities televisados y la profusión de videos y fotos de mujeres en situaciones íntimas que se difunden por internet son los nuevos formatos de cosificación”.

Quizás no estemos asistiendo a un cambio de paradigma sino a una mera metamorfosis. Las viejas prácticas, en nuevas formas. El fin de las monarquías de la belleza por la democratización de la imagen (¿cosificada?) de la mujer.

Mapa del imperio, en pedazos.

Hace unos años, en México, un escándalo sacudió la farándula local. La chica más linda del país, Cynthia de la Vega, ganadora del certamen Nuestra Belleza México 2010, fue despojada de su corona por haber subido de peso. "Estaba excedida 6 libras (2,7Kg). Me informaron que quedaba descalificada por no haberme sometido a la dieta alimentaria y la rutina de ejercicios que tenía establecida. Pensé en recurrir a la justicia, pero acá saben muy bien manejar los contratos y lo único que podía obtener si ganaba la demanda era volver a concursar al año siguiente y que me devolvieran el auto que me habían dado, así que preferí sacar a la luz lo que había ocurrido”. Hoy Cynthia es de las que pregonan acerca de los beneficios de la belleza interior y denuncia el parámetro distorsionado que tiene el mundo sobre la figura corporal.

Colombia atraviesa también cierta declinación de sus concursos de belleza, a pesar de que mantiene un alto perfil en la competencia internacional -de hecho se llevó la corona Miss Universo 2014 y el año pasado llegó a la final-, lo cierto es que ya no generan la expectativa de otras épocas. Florence Thomas, coordinadora del grupo Mujer y Sociedad de la Universidad Nacional de Colombia, hace rato viene hablando de la decadencia de estos certámenes, a los que define como estancados en una representación trasnochada de la feminidad. Sin embargo atribuye el ocaso no tanto a la subjetivación de las mujeres como a la incapacidad de los organizadores de modernizar el evento: “No han sabido adaptarse a las imágenes y códigos de la belleza contemporánea, ni a las nuevas referencias estéticas movilizadas por las redes sociales” escribió en un artículo publicado en 2012 en el diario El Tiempo, de Colombia, donde reconoce al feminismo algún mérito por haber logrado complejizar la representación de la mujer, como puntapié del cambio.

En Venezuela no hay caso; la máquina expendedora de misses parece seguir funcionando a la perfección (con el récord de haber coronado más reinas que ningún otro país del continente). "Para los venezolanos difícilmente haya algo más importante que este certámen… no ganarlo es, sin duda, una tragedia nacional” escribe en su blog Marelis Loreto, compatriota, filósofa y feminista cáustica. “¡Antes muerta que sencilla! suele ser el grito de guerra de mis congéneres, cuya conciencia de sí mismas como sujetos queda, al menos, cuestionada” dirá para terminar de cosechar la antipatía de todo el mundillo de beldades.
Pero encontramos una anomalía en esa regla, que viene a sostener la teoría de la insurrección. La chica se llama Jennifer Saa y es –atención con el dato- pelada y negra. La edición 2014 de Miss Venezuela la tuvo como protagonista excluyente y aunque no ganó el concurso, sólo se habló de ella. "Los cánones de belleza nunca pueden ser iguales, no todo lo hace una larga melena, hay muchos otros atributos que pueden hacer resaltar a una mujer dentro de este tipo de concursos. A esta edición llegué yo para romper los paradigmas” repitió ante cada micrófono que se le puso delante.

Paraguay, que también tiene su competencia anual de hermosuras, encontró la manera de evitar ser acusado de discriminatorio y se inventó un Miss Gordita Paraguay (así en diminutivo… vaya demostración de “tolerancia” a las adiposidades) que ya va por su quinta edición.
El año pasado se postularon cientos de mujeres de todo el país. El único requisito, pesar entre 70 y 130 kilos. Los patrocinadores juran que el objetivo es crear conciencia sobre la discriminación que sufren las personas obesas, aunque el premio a la ganadora es un tratamiento para adelgazar con equipo de nutricionistas y un año de membresía en el gimnasio.

En Argentina, la elección de bellezas no queda ajena a la crisis. A pesar de que el debate  llegó al Congreso Nacional, con un proyecto que busca regular los concursos, existen todavía más de un centenar de fiestas regionales cuyo principal atractivo es la elección de una adolescente bien moldeada. Reinas de la flor, de la manzana, del trigo, del mar y de la playa; del zapallo, del salmón, del dulce de leche y sigue la lista, con reglamentos que limitan edad, altura y hasta el estado civil de las participantes. Mientras debaten la manera de democratizar estos eventos, la ciudad de Chivilcoy decidió directamente prohibirlos, por entender que promueven la violencia de género, convirtiéndose en el primer distrito del país en tomar una medida de acción directa.

Pero lo más revolucionario de todo está pasando ahora mismo en Chile. Hace unos meses, en la ciudad de Iquique, lanzaron un taller de desprincesamiento, un proyecto que busca empoderar niñas de 9 a 15 años. La iniciativa partió desde la Oficina de Protección de Derechos de la Infancia y busca darles a esas nenas la chance de crecer libres de prejuicios y estereotipos asociados al género. “Tenemos un modelamiento sociocultural de las mujeres que se inicia desde la niñez y utiliza estrategias de princesamiento asociadas a Disney y otras industrias culturales” explica Yury Bustamante, coordinador de la OPD. El curso agotó en el primer día los magros 20 cupos que tenía habilitados pero generó tal repercusión que ya evalúan extenderlo a toda la región.
                              
“Creo que es correcto que los estados intervengan regulando estos certámenes” vuelve la licenciada Cristina Zurutuza, de CLADEM. “Los gobiernos deben ser garantes de los derechos de las personas, en particular de los derechos humanos” sostiene, y aprovechamos para preguntarle qué tan lejos, cree, estamos del momento en que se extingan definitivamente los concursos de belleza. “No puedo responder a esa pregunta, es poco serio pronosticar futuros.”

No tenemos la primicia, pues. Con suerte los reinos de belleza se irán extinguiendo en la medida en que sus aspirantes dejen de reconocerse en un modelo que se volvió anacrónico por donde se lo mire. Ni banda, ni corona, ni un tribunal de expertos, ni un único modelo de mujer. Los títulos nobiliarios cayeron en desuso hace rato, quien los porta tampoco tiene privilegios ya. Acaso ni siquiera valga la pena el sacrificio, mientras una selfie lo suficientemente provocadora se haga viral y logre en unos cuantos likes, la soberanía estará garantizada.

Valeria Sampedro.
(nota publicada en Marzo/2016 en https://broadly.vice.com/es)

viernes, 1 de abril de 2016

El flagelo de mis fantasías sexuales (machistas).

Hay una fantasía recurrente que me detona la cabeza cada vez que apelo a la excitación urgente, que es casi siempre (las que tengan hijos en edad escolar sabrán comprender a lo que me refiero). La de la mucama me funciona a la perfección. Lo sé, es todo lo que una feminista que se precie no debería siquiera pensar -mucho menos contarlo y ni te digo publicarlo en una revista-; por estigmatizante, arquetípica y asquerosamente machista. Pero me resulta de lo más efectiva. Le siguen la del mecánico y la del doctor. ¡No fallan! Pura sumisión.

Cuando el nene duerme la siesta, las veces que la abuela lo lleva a la plaza o si se queda un rato con su hermano mayor; en fin. Las ocasiones son contadas y cuando se dan una corre al desodorante, camisolín, un buche de pasta dental y en seguida a los besos para entrar en calor. No hay tiempo para elaborar una seducción igualitaria y entonces se manotea la fantasía que se tiene más a mano.

No pienso entrar en detalles. Sólo diré que es mi minuto patriarcal del día. Qué digo del día, con suerte de la semana. Un abrir y cerrar de ojos basta para representar la escena (el mejor afrodisíaco es la imaginación, no los disfraces). Después, qué importa del después, si ya la ratonera está revuelta y el amor al borde del orgasmo. Pero con el cigarrillo llega la culpa; una culpa peor que la de la Iglesia, porque no hay plegaria que te salve.

Levante la mano aquella que nunca fantaseó con el profesor de gimnasia. No me vengas con que haces pilates y que la clase de modeladora la da una mujer. Sabés a qué me refiero. A cuando en la penumbra la cara de tu marido se desdibuja hasta convertirse en un completo desconocido y vos beboteando de manera patética, como en el más verde de los sketches de Francella.

Si leíste hasta acá sin indignarte es porque te sentís dramáticamente identificada. Nos pasa a casi todas. Somos mujeres libres, emancipadas, económicamente independientes, peleamos por ocupar espacios de poder y militamos por el fin de la cosificación. Pero así como hemos logrado apropiarnos de nuestros cuerpos y asumir el propio placer, hay territorios que el feminismo no supo conquistar todavía. El hemisferio donde anida la libido es uno de ellos; el enano machista sigue atrincherado en nuestras cabezas.

Culpa de la industria del sexo que nos empobreció con fantasías primarias, hechas a medida del macho proveedor. Y cuando, un buen día, nos creímos empoderadas nos vinieron con la pedorrada de las Cincuenta Sombras de Gray para hacernos creer que “la onda” ahora, es que nos peguen con un látigo. Porque el chirlo, ya fue.


Valeria Sampedro.
Publicado en Revista ParaTi (1/4/2016)

jueves, 18 de febrero de 2016

Vicu Villanueva, feminismo trash adolescente

Quizás ser puta no sea el problema. Quizás haya algo que está mal con el sistema que te dice qué revista tenés que leer y te dice qué ponerte y qué comer. Y te dice cuántas veces, cómo y cuándo hay que coger.

Párpados de purpurina, uñas despintadas tocando con fruición el ukelele. Es Vicu, Vicu Villanueva con sus mechas de un color distinto cada vez, que te mira con ojos chispeantes desde el otro lado de la pantalla. Ella desafinándote en la cara su feminismo trash adolescente.
La piba youtuber, de incipientes 21 años, se abrió camino en el mundillo virtual -donde todos tienen algo que decir- con un cancionero contra los estereotipos y el patriarcado que acumula decenas de miles de visitas.

Veo un afiche de lencería, la imagen es de una preadolescente en tanga, rubia y ligeramente desnutrida. No tiene celulitis, tampoco tiene estrías, ni granos... Gracias a este concepto nos rodean los esqueletos, que padecen de complejos y anorexias.

Vicu se la agarra también contra el mundo Disney (¿revisionismo animado? Algo así). En una de sus canciones advierte que la Bella Durmiente nunca dijo que sí al presunto amado; que la Sirenita renuncia a todo y hasta enmudece para conquistar a su príncipe azul. Y que, todo bien con Blancanieves, pero la ponían a lavar y cocinar para siete tipos.
Hay más. Acaso el hit sea “Feminazi” un intento osado de la piba youtuber de ponerse en la piel de esos machos que no entienden nada, NADA, de nuestra lucha.

Me tienen cansada estas feministas
que se hacen las rebeldes y al final son re minitas
no me cierra que seas feminista y después
tengas ganas de casarte y tener hijos, depilarte las axilas
que te expreses me incomoda, me incomoda, me incomoda
si vas a abrir la boca, mamita, que sea para tragártela toda toda TODA.


Valeria Sampedro.

viernes, 22 de enero de 2016

Mi autoestima no depende de tu like


>> Entrando a clase de Hatha Yoga. Desconecto x una hora. Ommmm

Por un rato el alma. Respiración, mudra. Un poco de conexión con el adentro en vez de tanto tuit. Aunque sea una hora, dos veces a la semana. Llegar a un lugar que no es tu casa, descalzarte y experimentar la abstinencia del smartphone ya es todo un gesto de espiritualidad.
Saludo al sol, trikonasana, postura del león (no, nada que ver con el kamasutra amigos): sentada sobre los talones, brazos estirados, ojos apuntando al entrecejo, la lengua afuera.
Tu cara más ridícula y que nadie esté mirando. ¡Qué alivio!

>> #QueNadieEstéMirando debería ser un mantra.

Un pelado en ojotas y pantalón de bambula da la bienvenida; se escuchan pajaritos, hilos de agua, soplos de viento; al rato ya te sentís parte de un paisaje de ensueño, entregada al ir y venir del aire. Tu prana en franca expansión, los chakras a punto de alinearse… cuando, de golpe, se escucha la vibración. De un celular.

Suficiente para dinamitar cualquier intento de abstracción. Entonces comprendés, en ese mismo instante, que todo lo que te rodea es una farsa. Qué hago acá en el piso con esta gente, cruzada de piernas y oliendo a sahumerio. Pretendiendo un más allá, si en lo único que estoy –estamos- pensando es en salir corriendo a nuestros morrales de feria para chequear el whatsapp. Estoy quemada si pago 700 pesos por un retiro espiritual que consiste en apagar el teléfono y encerrarme en una habitación a respirar profundo. Respiro profundo porque no soporto tener el celu apagado. Esa es la verdad. Mejor me hago cargo y entro en el centro de Rehabilitación para Onanistas Virtuales que me recomendó Erica García.

>>Mi autoestima no depende de tu like

Todo bien con el intento de bajar un cambio, pero sepamos que es un snobismo y que este almita zen hecha de pasiflora se esfumará apenas crucemos el umbral: cuánto tardaremos en postear otra selfie. Vamos chicas, de nuevo a sonreír o poner trompita, meter panza, sacar cola, apretar los brazos en un último intento por dignificar el escote; la frescura sobreactuada, un filtro de Instagram y muchos, muchos megusta.

El señor bambula lo sabe.
Entiende perfectamente adonde vino a poner su instituto de yoga y descarga su lección del día: “Sacúdanse el ego –dice-. Anden livianos”. Relajación, om shanti y hasta el próximo martes.
Subo a mi bicicleta de paseo acquamarina con canasto de mimbre para volver a casa y me quedo pensando: voy a tener que hacer algo con mi propia estupidez. Sobre todo ahora que llegué a los 10 mil seguidores de Twitter.
¿Llegué?

ValeriaSampedro.
nota publicada en ParaTi el 22/1/16

lunes, 18 de enero de 2016

#NiUnaMenos, el desamparo continúa..

La diferencia es cuando te pasa a vos. Cuando la amenaza de muerte, el golpe, los gritos, la humillación, la fuerza bruta del violento te sacuden de cerca y  gana el desamparo. Cuando el #NiUnaMenos deja de ser una consigna de lucha y se convierte en un grito urgente desesperado, donde la que está en riesgo es tu hermana, tu vieja, tu mejor amiga. Ahí no funciona el slogan -llamá al 144, animate a pedir ayuda-; necesitas la respuesta ya. Y vivis en carne propia esa historia a la que tantas veces le pusiste el micrófono. Salas de espera, horas de trámite, comisarías, juzgados.. para conseguir, con suerte, una medida de protección.

La que sigue es una historia real. Pasa ahora, pasó este fin de semana. Voy a llamar M a la víctima.

El sábado a la noche M volvía con su beba de 9 meses a su casa cuando vio que la esperaba en la puerta el padre de su hija. Habían peleado más temprano y él estaba enfurecido porque ella no contestaba el teléfono desde hacía horas. Primero fueron insultos, después empujones, patadas, hasta que la agarró del cuello y la amenazó de muerte. Una vecina vio la escena, en plena calle y llamó a la policía. El, cobarde, se escapó corriendo.

M fue a la comisaría e hizo la denuncia. Se la tomaron sin problemas, hasta la contuvieron y la llevaron a su casa en patrullero. Al día siguiente tocó ir a la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema. Excepto porque estuvo casi seis horas allí -en épocas de feria judicial hay baches entre los turnos y M llegó justo cuando terminaba el de las 18hs.- le brindaron excelente atención (psicóloga, asistente social, abogada, médico legista). Se fue de ahí con un papelito que acredita que su caso es de Alto Riesgo.

Ahora faltaba el derrotero judicial.

Esta mañana, el juzgado de turno (nro.25) dictó un mes de restricción de acercamiento al violento. Solo eso. M exigió también un botón antipánico, que primero le negaron y al rato terminaron cediendo, tanto protestar..

Ninguna de estas medidas está vigente todavía. Falta ir a buscar el botón a Barracas (sede de la Policía Metropolitana), además hay que ir a ambas comisarías (la que corresponde a la vícitima y la del “presunto” victimario) para notificarlas de la decisión del juzgado. No se olvide de llevar fotocopias de este papel, señora (fotocopias?! año 2016). ¿Sería mucho pretender que el juzgado notifique a la policía?

El dato menor -porque a las que viajamos en taxi, tenemos wifi y gps esto no nos pasa- es que todo el recorrido descripto (comisaria, ovd, juzgado y sede de la metropolitana) implicó colectivos, combinaciones de subte, cuadras y cuadras al sol, horas de espera. Siempre con la beba en brazos.

Todo, por un mes de tranquilidad. Después conseguite un abogado y fijate si podes ampliar la medida judicial, le aconsejaron antes de irse.

Mientras tanto, en estos dos días el teléfono no paro de sonar y mandar mensajes.
"Perdoname, me fui al carajo. Te quiero"
"Hija de remil putas atendeme”
"Tenes fecha de vencimiento”

Valeria Sampedro.