viernes, 22 de enero de 2016

Mi autoestima no depende de tu like


>> Entrando a clase de Hatha Yoga. Desconecto x una hora. Ommmm

Por un rato el alma. Respiración, mudra. Un poco de conexión con el adentro en vez de tanto tuit. Aunque sea una hora, dos veces a la semana. Llegar a un lugar que no es tu casa, descalzarte y experimentar la abstinencia del smartphone ya es todo un gesto de espiritualidad.
Saludo al sol, trikonasana, postura del león (no, nada que ver con el kamasutra amigos): sentada sobre los talones, brazos estirados, ojos apuntando al entrecejo, la lengua afuera.
Tu cara más ridícula y que nadie esté mirando. ¡Qué alivio!

>> #QueNadieEstéMirando debería ser un mantra.

Un pelado en ojotas y pantalón de bambula da la bienvenida; se escuchan pajaritos, hilos de agua, soplos de viento; al rato ya te sentís parte de un paisaje de ensueño, entregada al ir y venir del aire. Tu prana en franca expansión, los chakras a punto de alinearse… cuando, de golpe, se escucha la vibración. De un celular.

Suficiente para dinamitar cualquier intento de abstracción. Entonces comprendés, en ese mismo instante, que todo lo que te rodea es una farsa. Qué hago acá en el piso con esta gente, cruzada de piernas y oliendo a sahumerio. Pretendiendo un más allá, si en lo único que estoy –estamos- pensando es en salir corriendo a nuestros morrales de feria para chequear el whatsapp. Estoy quemada si pago 700 pesos por un retiro espiritual que consiste en apagar el teléfono y encerrarme en una habitación a respirar profundo. Respiro profundo porque no soporto tener el celu apagado. Esa es la verdad. Mejor me hago cargo y entro en el centro de Rehabilitación para Onanistas Virtuales que me recomendó Erica García.

>>Mi autoestima no depende de tu like

Todo bien con el intento de bajar un cambio, pero sepamos que es un snobismo y que este almita zen hecha de pasiflora se esfumará apenas crucemos el umbral: cuánto tardaremos en postear otra selfie. Vamos chicas, de nuevo a sonreír o poner trompita, meter panza, sacar cola, apretar los brazos en un último intento por dignificar el escote; la frescura sobreactuada, un filtro de Instagram y muchos, muchos megusta.

El señor bambula lo sabe.
Entiende perfectamente adonde vino a poner su instituto de yoga y descarga su lección del día: “Sacúdanse el ego –dice-. Anden livianos”. Relajación, om shanti y hasta el próximo martes.
Subo a mi bicicleta de paseo acquamarina con canasto de mimbre para volver a casa y me quedo pensando: voy a tener que hacer algo con mi propia estupidez. Sobre todo ahora que llegué a los 10 mil seguidores de Twitter.
¿Llegué?

ValeriaSampedro.
nota publicada en ParaTi el 22/1/16

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