martes, 23 de septiembre de 2014

El patriarcado estético, o como nos quemaron la cabeza II. DEPILACIÓN A LA CARTA

Frida debe haber sido la única. Llevar el bigote con suficiencia es algo que no nos fue dado al resto de las mujeres sobre la faz de la tierra. Excepto Flor de la V.

Estás hablando con alguien, no importa, una amiga, la vendedora, la recepcionista del consultorio, una compañera de facultad, con tu propia tía y la maldita no te mira a los ojos. De pronto fija su vista justo al costado de tu boca, en la comisura, abre los ojos grandes y ahí se queda, como extasiada mientras vos gesticulas en un limbo que ya nadie escucha, ni vos misma, porque sabes, está claro que esa yegua está mirándote la sombra, la pelusa, tu bozo.

El pelo como una malformación. El enemigo público al que hay que eliminar como sea, no importa si quema, si duele, si te lastima hasta sangrar. Lo que importa es que no esté. Por ellos, pero sobre todo por nosotras, o mejor dicho por ellas (las exégetas del patriarcado). Porque podes tener un poco de celulitis, ok. Pero ¡depilate sucia! ¿O sos feminista?

Los campos de concentración de belleza, también llamados centros de estética te arman combos en seis cuotas sin interés. Y si pagas en efectivo hay descuento: pierna entera-cavado profundo-brazos-tira de cola, todo por trescientos mangos. Al mes.

Las que resistimos en la intimidad nos volvemos militantes en invierno –poniendo a prueba ya que estamos la fidelidad y amor de novios/maridos- y cedemos ante la presión y los avisos de desodorante Dove con axilas como pétalos de rosa.

Pao Lin, amiga virtual y activista lesbitransfeminista (si, las tiene todas y por si fuera poco se dejó la barba!!) hace poco escribió una columna buenísima en Las 12 sobre su chiva incipiente y el regodeo ante el espanto de los otros. “La no depilación coloca a la mujer en el ámbito de la monstruosidad, o la desplaza al lugar de fenómeno de circo. Vivir sin ceder a las presiones de las distintas ofertas de depilación definitiva o temporal es una lucha cotidiana en cualquier ámbito, y la depilación, cuando es una práctica obligatoria, se convierte en una forma más de imponer violencia sobre los cuerpos de las mujeres”.

La verdadera revolución feminista, la batalla final con la que daremos la estocada será ese día en que salgamos en minifalda sin necesidad de haber pasado inmediatamente antes por la prestobarba.

Valeria Sampedro.

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