sábado, 21 de mayo de 2016

Mis 40

Se ha dicho hasta el cansancio que hoy los 40 son los viejos 30 así que esta columna no tendría razón de ser, si no fuera porque cuando salga publicada estaré soplando una torta incendiada (adoro poner la cantidad correspondiente de velitas, cada vez). La treintañera que fui dará la bienvenida a la señora de las cuatro décadas como vocifera Arjona, enemigo público desde que escribió esa letra dedicada a las que todavía menstruamos, pretendiendo homenajear al género y resultó ser un asco de canción. 

Decía, no está nada mal la jactancia de la madurez. La idea de una mujer adulta, todavía joven pero con las marcas de la experiencia encima, el sex appeal intacto, los prejuicios ya tirados a la basura, el colágeno resistiendo con aguante la firmeza que aún queda en pie. Y el gimnasio (o el yoga en mi caso) como aliado para trabajar aquellas partes que empiezan a caer por el peso de los años.
Aquí no hay crisis, pues. Apenas un inventario de estos 14 mil seiscientos días. Y un brindis, por otros tantos que vendrán. Sin escenitas, ok. Pero hay que asumir que a esta altura existe una lista enorme de cosas para las que una ya está grande. Por lo pronto, la mini y la remera stone con el ombligo al aire irán a parar al canasto de los disfraces, junto con el jean nevado. Eso sí, las All Star no me las saca nadie, digan lo que quieran. Ni el grupo de guasap de las pibas, mi último bastión adolescente.
El dilema, hoy, pasa más bien por las canas. Un puñado de mechas grises empieza a asomar al costado de mi flequillo. Pura apariencia, adentro el espíritu está intacto. Pero debo decidir cuanto antes si me las dejo hasta lograr un platinado a lo Beatriz Sarlo o saco turno con la colorista. Otra decisión inminente es si empiezo de una vez con las cremas antiage. Hasta ahora no había tenido constancia, tampoco necesidad. A los 35 empecé a comprar algunas para ir testeando –contorno de ojos, loción repairing skin con liposomas, gel “expression wrinkles control” de comisuras, leche hidrodesestresante para el cansancio facial-, pero los ungüentos se acumularon hasta vencer y hoy forman parte de un cementerio de potes al fondo del vanitory. Sólo la impunidad de la juventud puede permitirse esa desidia. O el feminismo militante.
Me llegó justo a tiempo esta efervescencia de lucha antipatriarcal. ¡Abajo los estereotipos de mujer barbie! Aca estamos las mujeres reales, falladas, estriadas, celulíticas, arrugadas. Si no, comprensé una inflable. Nada de pociones mágicas, suplementos dietarios, sesiones de rejuvenecimiento. Así que cortenlá, centros de estética, con llenarme la casilla de flyers, promociones y descuentos, ahora que se enteraron que acabo de cruzar el umbral de la mitad de mi vida. No estoy dispuesta a gastar los ahorros y lo que queda de mi tiempo en hacer desaparecer un rollo, levantar los pómulos o endurecer mi trasero. Porque, como dice Ricardo, detrás de la grasa abdominal se esconde la amalgama perfecta entre experiencia y juventud.


 Valeria Sampedro.
(nota publicada en ParaTi el 20/5/16)

3 comentarios:

  1. Excelente reflexión, Valeria. Si bien no puedo hablar aún (me faltan 13 años todavía), creo que cambió mucho la forma de vida. Slds.

    ResponderEliminar
  2. muy bueno! y cortito y al pie como mi comentario

    ResponderEliminar
  3. la remera de los stones y la mini , un par de años mas seguro que si ,,, saludos muy bueno el blog

    ResponderEliminar