Era angustiante verlo. Un espanto esta época de publicar la
existencia en una red social. Y ella sin poder parar de stalkear. ¿Se lo hacía
a propósito?! Qué necesidad, después de haberla dejado, de compartir cada
minuto de su agenda. ¿De verdad andaba tan animado? Porque ella la estaba
pasando para el orto!
Foto: IG @raichijk_daniel |
No toleraba ser espectadora de una vida que, hasta hace
nada, había sido la suya también. El pomelo en ayunas, el rayo de luz que se
colaba por la hendija de la persiana, el mate de cuero que habían comprado en
Uruguay. Todo ventilado y con filtros de renovada felicidad. Querido, ¡esos son
mis trapos también!
Qué patético su budita nuevo en la biblioteca. Si había
aprendido de ella, con ella, los ejercicios básicos de yoga. Atrevido.
Cada vez que el redondelito de su foto en IG se ponía en
rojo a ella le agarraba taquicardia. Pero no podía evitar mirar. Asistió a la renovación de su vestuario, al corte de pelo,
al hábito de la copa de tinto por las noches bajo la luz naranja de la lámpara
que ella le había regalado para su cumpleaños; supo que fue al recital de Nick
Cave.
Hasta que un domingo subió una stori con ella, con otra ella
a la que abrazaba con la sonrisa feliz que ella (nuestra ella) conocía de
memoria, porque adoraba esa sonrisa de dientes torcidos que invariablemente
venía seguida de un beso.
Valeria Samedro.
#microhistoriasdeamor
Es todo un honor leerte
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