No estaba
en sus planes volver a enamorarse. Ya una vez le habían roto el corazón y
cuando logró sobreponerse juró no sufrir más. No por amor.
Se trazó
una vida sin sobresaltos. Salía a correr tempranito, después iba a trabajar,
algunas tardes andaba en bici, los viernes jugaba al tenis, los fines de semana
se juntaba con amigos. Iba al cine regularmente, por las noches se servía una
copa de vino y cocinaba gourmet para un sólo comensal. La casa estaba en
completo orden y su rutina se parecía bastante a la felicidad.
Lo único
que extrañaba de su vieja vida era cuando, en invierno, ella se acurrucaba
hecha una bolita bajo el edredón, enroscaba sus larguísimas piernas con las de
él y juntos se calentaban los pies. En los años que llevaba de soltería no había
encontrado la forma de reemplazarla. Se compró medias de llama, planchaba las
sábanas antes de acostarse, hasta llegó a poner una palangana hirviente a los
pies de la cama. Nada como ella.
Una tarde
estaba de compras en Farmacity cuando vio una bolsa de agua caliente asomada en
el estante de la última góndola. Corrió a su encuentro. Quedaba sólo una. Se
aferró a ella y lo supo. Ya no pasaría más frío.
Ya no
volvería a estar solo.
Valeria Sampedro.
#microhistoriasdeamor
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