martes, 28 de agosto de 2018

XXII. Power gym


Jamás hasta esa tarde sus fantasías se habían relacionado con nada que tuviera que ver con un gimnasio. Nunca.

Si había algo que no le agitaba en absoluto la libido era el prototipo de chabón musculoso con la tablita de lavar y el ego suspendido en sus bíceps. A ella la ibas a conquistar con aspecto desgreñado, pancita de cerveza y una cuota razonable de ironía. Improbable que se cruzara al hombre de sus sueños entrenando (y para amante mejor alguien menos ególatra).

Ph. IG: @raichijk_daniel
Pero el tipo que ahora indicaba el próximo ejercicio tenía algo que le llamó la atención. Era nuevo, nuevísimo ese profe, morrudo, ojos negros y la voz tan ronca; marcaba el ritmo de cada movimiento con una cadencia que daban ganas de parársele enfrente, mirarlo fijo y decirle, con las pulsaciones a 150 por minuto, ¿vos estas provocando o me parece?

Bajo profundo, ordenó a su clase. La música al mango y ella tan al fondo del salón, tan testaruda y sudada, con la barra atravesando sus hombros, las piernas flexionadas y abiertas, con el resto de su energía a punto de expirar aunque decidida a obedecer.

No hubiera querido ese final tan penoso, tan obvio y patético. Pero. El calambre la dejó indefensa en la colchoneta. El se acercó, le cubrió con las dos manos el abductor y empezó a masajear.

Valeria Sampedro.
#microhistoriasdeamor

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