Fue un
arrebato de amor propio lo suyo. Una tarde se cansó de tanta
indiferencia y lo borró de su vida. De su vida virtual, al menos, que era casi
todo lo que le quedaba de él. Dejó de seguirlo en las redes sociales, revisó y
limpió los historiales de búsqueda, sacó de la galería sus fotos, mandó a la
papelera las conversaciones que aún guardaba. También eliminó su contacto del
teléfono y se juró no volver a escribirle.
Ph. IG: @raichijk_daniel |
Pero cómo lo extrañaba.
Le pareció
estúpido llevar el tema a terapia, aunque para qué le pagamos a una psicóloga
si no es para desnudar allí toda nuestra estupidez. Así que se pasó los
cuarenta y cinco minutos hablando del asunto sin parar. Salió de aquel
consultorio con la autoestima vapuleada pero con una certeza: ya no iba a
mendigar que la quieran.
Esa noche
pidió pizza, abrió una botella de malbec, se armó un porro y puso la música al
mango. Bailó enloquecida en el living, hizo karaoke, lloró como una nena
y por fin se quedó dormida en el sillón, las luces prendidas, borracha, agotada
de sí misma. Y con la vaga sensación de haber empezado a olvidarlo.
Valeria Sampedro.
#microhistoriasdeamor
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