Eran los únicos dos, en aquel vagón repleto, que no tenían
celular. No en la mano, no alienados por el aparato.
Ella leía unos apuntes, él
iba abstraído, colgado de la agarradera, mentón apoyado en el brazo y pensando
en nada, mirando la pared gris moverse del otro lado de la ventanilla.
Un vaho
cítrico delicioso lo sacó de su abulia, buscó de dónde venía y la vio desperezarse
dos asientos mas allá. Se miraron un segundo. Ella le sonrió. En el intento de
devolver el gesto a él le salió una mueca que le marcó dos hoyuelos adorables
en las mejillas y en seguida bajó la vista.
foto: IG @raichijk_daniel |
Él portaba muchos de los rasgos
genéricos que a ella la llevaban a gustar de un tipo: alto, desaliñado, pelo
castaño, barba de varios días, pero no como esos hipsters prefabricados de los
que la ciudad se llenó últimamente. Además sus parpados caídos. Y la mueca.
Ella a él le pareció encantadora, de facciones
delicadas y ojos de caramelo. Y, sobre todo, endemoniadamente sexy.
Tres
estaciones anduvieron mirándose de reojo. Ella había abandonado ya la lectura y
hacía garabatos en el margen de la fotocopia con su resaltador verde. Él se
debatía entre tomar la iniciativa archivada en algún rincón de su modorra,
acercarse, preguntarle aunque sea cómo te llamas. Eso o quedarse en el molde y,
a decir verdad, no reunía el coraje suficiente. Encima faltaban dos paradas
para Catedral.
Llegando a 9 de Julio ella se paró, guardó los apuntes en la
mochila y se encaminó hacia la puerta. Antes de bajar volvió la cabeza para
mirarlo por última vez. Se quedó parada en el andén. Lo vio morderse el labio,
con el puño aferrado a la argolla del pasamano, mientras el tren se perdía en
el túnel.
Valeria Sampedro.
#microhistoriasdeamor.
Pensar que puede pasar ésto todos los días...me ayuda a creer en la esperanza de un mundo mejor.
ResponderEliminarDebe pasar, sólo que no lo vemos mientras estamos absortos en nuestros celulares. Abrazo!!
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