miércoles, 20 de junio de 2018

VI. La última vez


Era sábado a la tarde, pleno invierno, ya casi oscurecía. Discutían detalles de la división de bienes, quién se quedaría con la heladera, quién con el televisor, si convenía desarmar el juego de sillones, qué harían con la cama matrimonial.
Discutían todo esto sentados sobre la cama king size que había sido escenario privilegiado de una gran historia de amor. Allí habían pasado días enteros, en su mejor época de apareamiento, sin ver otras caras más que las de ellos dos, sin salir más que para ir al baño o a la cocina a buscar comida y volver corriendo a meterse bajo el acolchado, para seguir allí el resto de la tarde, de la noche. Ahí miraron decenas de películas, se quedaron charlando madrugadas enteras, cogieron como animales, hicieron el amor, lloraron, discutieron, se insultaron, se reconciliaron, inventaron canciones, durmieron abrazados, enroscados, se calentaron los pies, se hicieron cosquillas, se sacaron fotos desnudos. Y fue ahí también donde empezó a notarse primero la distancia.
Sobre esa cama, entonces, es que estaban organizando detalles de la separación cuando él le sacó a ella el anotador de la mano, tironeó para traerla hacia él y se abrazaron fuerte.
Ella lloraba sin ruido pero el pecho era un escándalo de latidos furiosos. Volvieron a mirarse a los ojos después de meses de ni registrarse. Eran ellos. No los mismos, hace rato que se habían convertido en otros. Pero eran ellos, ahí, abrazados por última vez.
Se besaron con hambre. Y cogieron divinamente. Como entonces, como animales.

Valeria Sampedro.
#microhistoriasdeamor.

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